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INMERSIÓN
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REINOS
1R
| 18:22-36
indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, ¡síganlo!
Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!». Sin embargo, la
gente se mantenía en absoluto silencio.
Entonces Elías les dijo: «Yo soy el único profeta del S eñor que queda,
pero Baal tiene cuatrocientos cincuenta profetas. Ahora traigan dos toros.
Los profetas de Baal pueden escoger el toro que quieran; que luego lo
corten en pedazos y lo pongan sobre la leña de su altar, pero sin prenderle fuego. Yo prepararé el otro toro y lo pondré sobre la leña del altar, y
tampoco le prenderé fuego. Después, invoquen ustedes el nombre de su
dios, y yo invocaré el nombre del Señor. El dios que responda enviando
fuego sobre la madera, ¡ese es el D
ios verdadero!»; y toda la gente estuvo
de acuerdo.
Así que Elías dijo a los profetas de Baal: «Empiecen ustedes, porque son
muchos. Escojan uno de los toros, prepárenlo e invoquen el nombre de su
dios; pero no le prendan fuego a la leña».
Entonces ellos prepararon uno de los toros y lo pusieron sobre el altar.
Después invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía,
gritando: «¡Oh Baal, respóndenos!»; pero no hubo respuesta alguna. Entonces se pusieron a bailar, cojeando alrededor del altar que habían hecho.
Cerca del mediodía, Elías comenzó a burlarse de ellos. «Tendrán que
gritar más fuerte —se mofaba—, ¡sin duda que es un dios! ¡Tal vez esté
soñando despierto o quizá esté haciendo sus necesidades! ¡Seguramente
salió de viaje o se quedó dormido y necesita que alguien lo despierte!».
Así que ellos gritaron más fuerte y, como acostumbraban hacer, se cortaron con cuchillos y espadas hasta quedar bañados en sangre. Gritaron
disparates toda la tarde hasta la hora del sacrificio vespertino, pero aún no
había respuesta, ni siquiera se oía un solo sonido.
Entonces Elías llamó a la gente: «¡Vengan acá!». Así que todos se juntaron a su alrededor, mientras él reparaba el altar del S eñor que estaba
derrumbado. Tomó doce piedras, una para representar a cada tribu de
Israel y usó las piedras para reconstruir el altar en el nombre del Señor.
Luego cavó una zanja alrededor del altar con capacidad suficiente para
quince litros de agua. Apiló la leña sobre el altar, cortó el toro en pedazos
y puso los pedazos sobre la madera.
Luego dijo: «Llenen cuatro jarras grandes con agua y echen el agua
sobre la ofrenda y la leña».
Una vez que lo hicieron, les dijo: «¡Háganlo de nuevo!». Cuando terminaron, les dijo: «¡Háganlo por tercera vez!». Así que hicieron lo que
les dijo, y el agua corría alrededor del altar, tanto que hasta colmó la zanja.
A la hora que solía hacerse el sacrificio vespertino, el profeta Elías caminó hacia el altar y oró: «Oh Señor, D
ios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, demuestra hoy que tú eres D
ios en I srael y que yo soy tu siervo;
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