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SAMUEL–REYES
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Mientras tanto, el hambre se hizo muy intensa en Samaria. Por eso Acab
mandó llamar a Abdías, quien estaba a cargo del palacio. (Abdías era un fiel
seguidor del Señor. Cierta vez, cuando Jezabel intentaba matar a todos
los profetas del S eñor, Abdías escondió a cien de ellos en dos cuevas;
metió a cincuenta profetas en cada cueva y les dio comida y agua). Acab le
dijo a Abdías: «Tenemos que revisar todos los manantiales y los valles del
reino, y ver si podemos encontrar pasto suficiente para salvar por lo menos
algunos de mis caballos y de mis mulas». Entonces se repartieron el territorio; Acab se fue solo por un lado, y Abdías se fue solo por otro camino.
Mientras Abdías iba caminando, de pronto vio que Elías se le acercaba.
Abdías lo reconoció enseguida y se postró hasta el suelo ante él.
—¿De verdad eres tú, mi señor Elías? —preguntó.
—Sí, soy yo —contestó Elías—. Ahora ve y dile a tu amo: “Elías está
aquí”.
—¡Ay, señor! —protestó Abdías—, ¿qué daño te he hecho para que me
mandes a morir a manos de Acab? Te juro por el Señor tu Dios que el rey
te ha buscado en cada nación y reino de la tierra, desde un extremo hasta
el otro ha procurado encontrarte. Cada vez que alguien le afirmaba: “Elías
no está aquí”, el rey Acab obligaba al rey de esa nación a jurar que había
dicho la verdad. Y ahora tú me dices: “Ve y dile a tu amo: ‘Elías está aquí’”.
Apenas yo te deje, el E
spíritu del S eñor te llevará a quién sabe dónde y
cuando Acab llegue aquí y no te encuentre, me matará. Te recuerdo que
toda mi vida he sido un fiel siervo del Señor. ¿No te han contado, señor
mío, de cuando Jezabel intentaba matar a los profetas del Señor? Yo escondí a cien de ellos en dos cuevas y les di comida y agua. Y ahora tú me
dices: “Ve y dile a tu amo: ‘Elías está aquí’”. Si yo hago esto, señor, sin duda
Acab me matará.
Pero Elías dijo:
—Te juro por el Señor T
odopoderoso, en cuya presencia estoy, que
hoy mismo me presentaré ante Acab.
Entonces Abdías fue a decirle a Acab que había aparecido Elías, así que
Acab fue a encontrarse con él. Cuando Acab vio a Elías, exclamó:
—¿Así que realmente eres tú, el alborotador de Israel?
—Yo no le he causado ningún problema a I srael —respondió Elías—.
Tú y tu familia son los alborotadores, porque se negaron a obedecer los
mandatos del Señor y, en cambio, han rendido culto a las imágenes de
Baal. Ahora, convoca a todo Israel para que se reúna conmigo en el monte
Carmelo, junto con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, a quienes Jezabel mantiene.
Entonces Acab convocó a todos los israelitas y a los profetas al monte
Carmelo. Elías se paró frente a ellos y dijo: «¿Hasta cuándo seguirán
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