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INMERSIÓN
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REINOS
1R
| 13:15-34
Entonces le dijo al hombre de Dios:
—Acompáñame a mi casa y come algo.
—No, no puedo —respondió—. No se me permite comer ni beber
nada en este lugar, porque el S eñor me dio este mandato: “No comas ni
bebas nada mientras estés allí y no regreses a Judá por el mismo camino”.
Sin embargo, el profeta anciano le dijo:
—Yo también soy profeta, como tú. Y un ángel me dio este mandato de
parte del S eñor: “Llévalo a tu casa para que coma y beba algo”.
Pero el anciano le estaba mintiendo. Así que regresaron juntos, y el hombre de Dios comió y bebió en la casa del profeta.
Mientras estaban sentados a la mesa, vino un mandato del Señor al
profeta anciano, quien le gritó al hombre de D
ios de Judá: «Esto dice el
Señor: “Has desafiado la palabra del Señor y desobedecido el mandato
que el Señor tu Dios te dio. Regresaste a este lugar para comer y beber
donde él te dijo que no comieras ni bebieras. Por eso, tu cuerpo no será
enterrado en la tumba de tus antepasados”».
Cuando el hombre de Dios terminó de comer y beber, el profeta anciano
ensilló su propio b urro y se lo dio, y el hombre de D
ios siguió su camino.
Mientras viajaba, le salió al paso un león y lo mató. Su cuerpo quedó tirado en el camino, y tanto el burro como el león estaban junto al cadáver.
Unas personas que pasaban por allí, al ver el cuerpo tirado en el camino
y al león parado junto a él, fueron a dar la noticia a Betel, donde vivía el
profeta anciano.
Cuando el profeta oyó la noticia, dijo: «Es el hombre de D
ios que desobedeció el mandato del S eñor. El S eñor cumplió su palabra al hacer
que el león lo atacara y lo matara».
Luego el profeta dijo a sus hijos: «Ensíllenme un b urro». Así que ellos
ensillaron un b urro y él salió y encontró el cuerpo tirado en el camino. El
burro y el león todavía estaban parados junto al cadáver, pues el león no
se había comido el cuerpo ni había atacado al burro. Entonces el profeta
cargó el cuerpo del hombre de Dios sobre el burro y lo llevó de regreso a
la ciudad para hacer duelo por su muerte y enterrarlo. Puso el cuerpo en su
propia tumba y clamó con profundo dolor: «¡Ay, hermano mío!».
Después el profeta dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, entiérrenme en
la tumba donde está enterrado el hombre de D
ios. Pongan mis huesos al
lado de los suyos. Pues el mensaje que el Señor le dijo que proclamara
contra el altar de Betel y contra los santuarios paganos en las ciudades de
Samaria, ciertamente se cumplirá».
A pesar de esto, Jeroboam no abandonó sus caminos perversos. Continuó seleccionando sacerdotes de entre la gente común y nombraba a
cualquiera que quisiera ser sacerdote de los santuarios paganos. Esto fue
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