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INMERSIÓN
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REINOS
2S
| 24:3-17
—Hagan un censo de todas las tribus de I srael, desde Dan en el norte
hasta Beerseba en el sur, para que yo sepa cuánta gente hay.
Pero Joab le respondió al rey:
—¡Que el Señor su Dios le dé vida para ver cien veces más personas
de las que hay ahora! ¿Pero por qué, mi señor el rey, quiere usted hacer
tal cosa?
Sin embargo, el rey insistió en que levantaran el censo, así que Joab y los
comandantes del ejército salieron y contaron al pueblo de I srael. Primero
cruzaron el Jordán y acamparon en Aroer, al sur de la ciudad en el valle,
en dirección a Gad. Luego fueron a Jazer, después a Galaad en la t ierra
de Tahtim-hodsi y a Danjaán y hasta Sidón. Luego llegaron a la fortaleza
de Tiro y a todas las ciudades de los heveos y los cananeos. Finalmente,
fueron al sur de Judá, aun hasta Beerseba.
Habiendo recorrido toda la t ierra durante nueve meses y veinte días,
regresaron a Jerusalén. Joab informó el número de personas al rey. Había
en Israel ochocientos mil guerreros competentes que podían manejar una
espada, y además quinientos mil en Judá.
Pero después de haber levantado el censo, a D
avid le comenzó a remorder la conciencia, y le dijo al S eñor: «He pecado grandemente por
haber hecho este censo. S eñor, te ruego que perdones mi culpa por haber
cometido esta tontería».
A la mañana siguiente, la palabra del Señor vino al profeta Gad, quien
era el vidente de David, y le dio este mensaje: «Ve y dile a David: “Esto
dice el Señor: te doy tres opciones; escoge uno de estos castigos, y yo te
lo impondré”».
De modo que Gad fue a ver a David y le preguntó:
—¿Vas a elegir tres años de hambre en toda la tierra, o tres meses de huir
de tus enemigos, o tres días de una terrible plaga por todo el país? Piénsalo
bien y decide qué respuesta debo darle al S eñor, quien me envió.
—¡Estoy en una situación desesperada! —le respondió D
avid a Gad—.
Mejor que caigamos nosotros en las manos del S eñor, porque su misericordia es grande, y que no caiga yo en manos humanas.
Por lo tanto, el Señor mandó una plaga sobre Israel esa mañana que
duró tres días. Un total de setenta mil personas murieron en toda la nación,
desde Dan en el norte hasta Beerseba en el sur. Sin embargo, cuando el
ángel se disponía a destruir Jerusalén, el S eñor desistió y le dijo al ángel
de la muerte: «¡Detente! ¡Ya es suficiente!». En ese momento el ángel del
Señor estaba junto al campo de trillar de Arauna el jebuseo.
Cuando D
avid vio al ángel, le dijo al S eñor: «¡Soy yo el que pecó e
hizo el mal! Pero estas personas son tan inocentes como ovejas, ¿qué han
hecho? Que tu enojo caiga sobre mí y mi familia».
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