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INMERSIÓN
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REINOS
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| 26:22–27:12
porque hoy has valorado mi vida. He sido un tonto, y he estado muy, pero
muy equivocado.
—Aquí está su lanza, oh rey —dijo David—. Permita que uno de sus
jóvenes venga por ella. El S eñor da su propia recompensa por hacer el
bien y por ser leal, y yo rehusé matarlo, aun cuando el Señor lo puso en mi
poder, porque usted es el ungido del Señor. Ahora que el Señor valore
mi vida, así como hoy yo he valorado la suya. Que él me rescate de todas
mis dificultades.
Y Saúl le dijo a David:
—Bendiciones sobre tu vida, D
avid, hijo mío. Harás muchas acciones
heroicas y seguramente te irá bien en todo lo que hagas.
Luego David se fue, y Saúl regresó a su casa.
Pero D
avid seguía pensando: «Algún día Saúl me va a atrapar. Lo mejor
que puedo hacer es escapar y vivir entre los filisteos. Entonces Saúl dejará
de buscarme en el territorio israelita, y por fin estaré a salvo».
Así que David tomó a sus seiscientos hombres y fue y se unió a Aquis,
hijo de Maoc, rey de Gat. D
avid y sus hombres, junto con sus familias, se
establecieron allí con Aquis en Gat. David llevó consigo a sus dos esposas: Ahinoam de Jezreel y Abigail, la viuda de Nabal de Carmelo. Pronto
le llegó a Saúl la noticia de que D
avid había huido a Gat, así que dejó de
perseguirlo.
Cierto día, D
avid le dijo a Aquis: «Si te parece bien, preferimos vivir
en una de las ciudades que están en el campo en lugar de vivir aquí en la
ciudad real».
Entonces Aquis le dio la ciudad de Siclag (que hasta el día de hoy pertenece a los reyes de Judá), y vivieron allí entre los filisteos un año y cuatro
meses.
David y sus hombres pasaban su tiempo asaltando a los gesureos, a los
gerzitas y a los amalecitas, pueblos que desde los tiempos antiguos vivían
cerca de Shur, hacia la t ierra de Egipto. D
avid no dejaba ni a una sola persona con vida en los pueblos que atacaba. Tomaba las ovejas, las cabras, el
ganado, los burros, los camellos y la ropa, antes de volver a casa para ver
al rey Aquis.
—¿Dónde atacaste hoy? —le preguntaba Aquis.
Y David respondía:
—Atacamos al sur de Judá, a los jerameelitas y a los ceneos.
Nadie quedaba con vida que pudiera ir a Gat y contar dónde él había
estado de verdad. Esto sucedía una y otra vez mientras vivía entre los filisteos. Aquis le creía a David y pensaba: «A estas alturas el pueblo de Israel
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