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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
1:9–2:7
no está mal también ofrecer animales lisiados y enfermos? ¡Intenten dar
este tipo de regalos al gobernador y vean qué contento se pone!», dice el
Señor de los Ejércitos Celestiales.
«¡Adelante, supliquen a Dios que sea misericordioso con ustedes! Pero
cuando llevan esa clase de ofrendas a él, ¿por qué debería tratarlos bien?»,
pregunta el Señor de los Ejércitos Celestiales.
«¡Cómo quisiera que alguno de ustedes cerrara las puertas del templo
para que esos sacrificios despreciables no fueran ofrecidos! No estoy nada
contento con ustedes —dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—, y no
aceptaré sus ofrendas. Sin embargo, mi nombre es honrado desde la mañana hasta la noche por gente de otras naciones. En todo el mundo ofrecen
incienso dulce y ofrendas puras en honor de mi nombre. Pues mi nombre
es grande entre las naciones», dice el Señor de los Ejércitos Celestiales.
«Ustedes, en cambio, deshonran mi nombre con sus acciones. Al traer
alimentos despreciables declaran que no está mal deshonrar la mesa del
Señor. Ustedes dicen: “Es demasiado difícil servir al Señor” y consideran
un fastidio mis mandamientos —dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—. ¡Imagínense! ¡Están presentando animales robados, lisiados y enfermos como ofrendas! ¿Debo aceptar esa clase de ofrenda de ustedes?»,
pregunta el Señor.
«Maldito sea el tramposo que promete dar un carnero selecto de su
rebaño, pero después sacrifica uno defectuoso al Señor. ¡Pues yo soy un
gran rey —dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—, y mi nombre es
temido entre las naciones!
»Escuchen, ustedes sacerdotes, ¡este mandato es para ustedes! Escúchenme y decidan honrar mi nombre —dice el Señor de los Ejércitos
Celestiales—, o enviaré una maldición terrible contra ustedes. Maldeciré
hasta las bendiciones que reciban. En realidad ya las he maldecido, porque
ustedes no han tomado a pecho mi advertencia. Castigaré a sus descendientes y a ustedes les salpicaré la cara con el estiércol de los animales que
sacrifican en sus festivales y luego los arrojaré sobre el montón de estiércol.
Entonces por fin sabrán que fui yo quien les envió esta advertencia, para
que mi pacto con los levitas continúe», dice el Señor de los Ejércitos
Celestiales.
«El propósito de mi pacto con los levitas era darles vida y paz y eso fue
lo que les di. De ellos se requería que me reverenciaran, y lo hicieron en
gran manera y temieron mi nombre. Comunicaron al pueblo la verdad de
las instrucciones que recibieron de mí. No mintieron ni estafaron; anduvieron conmigo y llevaron vidas buenas y justas e hicieron volver a muchas
personas de sus vidas pecaminosas.
»Las palabras que salen de la boca de un sacerdote deberían conservar