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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
23:1-21
Recibí este mensaje de parte del Señor: «Hijo de hombre, había una vez
dos hermanas que eran hijas de la misma madre. Ambas se hicieron prostitutas en Egipto. Incluso cuando eran jovencitas, dejaban que los hombres
manosearan sus senos. La mayor se llamaba Aholá, y su hermana era Aholibá. Yo me casé con ellas y me dieron hijos e hijas. Me refiero a Samaria y
a Jerusalén, pues Aholá es Samaria y Aholibá es Jerusalén.
»Luego Aholá sintió deseos sensuales por otros amantes y no por mí, así
que entregó su amor a los oficiales asirios. Eran todos jóvenes atractivos:
capitanes y comandantes hermosamente vestidos de azul que conducían
los carros de guerra. Así que se prostituyó con los hombres más deseables
de Asiria, rindiendo culto a sus ídolos y contaminándose. Cuando salió
de Egipto, no abandonó la prostitución, sino que continuó tan depravada
como en su juventud, cuando los egipcios se acostaban con ella, le manoseaban los senos y la tenían como prostituta.
»Entonces la entregué a sus amantes asirios, a quienes ella tanto deseaba. Ellos la desnudaron, se llevaron a sus hijos como esclavos y luego
la mataron. Después de recibir su castigo, su mala fama llegó a oídos de
todas las mujeres de la tierra.
»Sin embargo, Aholibá siguió los mismos pasos, a pesar de que vio
todo lo que le había ocurrido a su hermana Aholá. Se corrompió todavía
más y se entregó por completo a sus pasiones sexuales y a la prostitución. Aduló a todos los oficiales asirios, esos capitanes y comandantes
con hermosos uniformes, esos jóvenes que conducían carros de guerra,
todos apuestos y deseables. Yo vi cómo iba corrompiéndose, igual que su
hermana mayor.
»Luego llevó su prostitución a tal extremo que se enamoró de imágenes
pintadas en un muro, imágenes de oficiales militares babilonios con llamativos uniformes rojos, que portaban magníficos cinturones y sobre la cabeza turbantes grandes y distinguidos. Estaban vestidos como oficiales de
carros de guerra de la tierra de Babilonia. Cuando ella vio esas imágenes,
anheló entregarse a ellos y envió mensajeros a Babilonia para invitarlos a
que la visitaran. Entonces vinieron y cometieron adulterio con ella, y la
corrompieron en la cama del amor. No obstante, después de contaminarse
con ellos, los rechazó con asco.
»Asimismo, yo sentí asco por Aholibá y la rechacé, tal como había rechazado a su hermana, porque se exhibió delante de ellos y se les entregó
para satisfacerles sus pasiones sexuales. Sin embargo, ella se prostituyó
mucho más recordando su juventud cuando se había prostituido en
Egipto. Sintió deseos sensuales por sus amantes con órganos sexuales tan
grandes como los del burro, que eyaculan como un caballo. Y así, Aholibá,