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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
3:22–4:13
a los justos que no pequen y te hacen caso y no pecan, entonces vivirán, y
tú también te habrás salvado».
Luego el Señor puso su mano sobre mí y me dijo: «Levántate y sal
al valle, y allí te hablaré». Entonces me levanté y fui. Allí vi la gloria del
Señor, tal como la había visto en mi primera visión junto al río Quebar,
y caí con el rostro en tierra.
Después el Espíritu entró en mí y me puso de pie. Me habló y me dijo:
«Vete a tu casa y enciérrate. Allí, hijo de hombre, te atarán con cuerdas,
para que no puedas salir a estar con el pueblo. Haré que la lengua se te
pegue al paladar para que quedes mudo y no puedas reprenderlos, porque
son rebeldes. Sin embargo, cuando te dé un mensaje, te soltaré la lengua y
te dejaré hablar. Entonces les dirás: “¡Esto dice el Señor Soberano!”. Los
que quieran escuchar, escucharán, pero los que se nieguen, se negarán,
porque son rebeldes.
»Ahora, hijo de hombre, toma un ladrillo grande de barro y ponlo en el
suelo, delante de ti. Luego dibuja en él un mapa de la ciudad de Jerusalén
y representa la ciudad bajo ataque. Construye un muro a su alrededor para
que nadie pueda escapar. Establece el campamento enemigo y rodea la ciudad con rampas de asalto y arietes. Luego toma una plancha de hierro y
colócala entre tú y la ciudad. Dirígete a la ciudad y demuestra lo terrible que
será el ataque contra Jerusalén. Esto será una advertencia al pueblo de Israel.
»Ahora acuéstate sobre tu lado izquierdo y pon sobre ti los pecados
de Israel. Cargarás con sus pecados todos los días que permanezcas acostado sobre ese lado. Te exijo que cargues con los pecados de Israel durante
trescientos noventa días, un día por cada año de su pecado. Cumplido ese
tiempo, date vuelta y acuéstate sobre el lado derecho cuarenta días, un día
por cada año del pecado de Judá.
»Mientras tanto, mira fijamente el sitio contra Jerusalén. Quédate acostado con el brazo descubierto y profetiza la destrucción de la ciudad. Te
ataré con cuerdas para que no puedas moverte de un lado al otro hasta que
se hayan cumplido los días del ataque.
»Ahora ve a conseguir algo de trigo, cebada, frijoles, lentejas, mijo y
trigo espelta, y mézclalos en un recipiente grande. Con esta mezcla, harás
pan para ti durante los trescientos noventa días que estarás acostado sobre
tu lado izquierdo. Prepárate raciones de alimento de doscientos veintiocho
gramos para cada día y cómelas a determinadas horas. Luego mide una
jarra de agua para cada día y bébela a determinadas horas. Prepara este
alimento y cómelo como si fuera un pan de cebada. Cocínalo a la vista de
todo el pueblo, sobre un fuego encendido con excremento humano seco, y
luego cómete el pan». Después el Señor dijo: «¡Así comerán los israelitas
pan contaminado en las naciones gentiles adonde los expulsaré!».