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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
44:9-23
objeto de maldición y burla para todas las naciones de la tierra. ¿Acaso han
olvidado los pecados de sus antepasados, los pecados de los reyes y las reinas de Judá, y los pecados que ustedes y sus esposas cometieron en Judá y
en Jerusalén? Hasta este mismo instante no han mostrado remordimiento
ni reverencia. Ninguno ha elegido obedecer mi palabra ni los decretos que
les di a ustedes y a sus antepasados.
»Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de
Israel: ¡estoy decidido a destruir a cada uno de ustedes! Tomaré a este
remanente de Judá —los que estaban resueltos a venir y vivir en Egipto—
y los consumiré. Caerán aquí en Egipto, muertos por guerra y hambre.
Todos morirán, desde el menos importante hasta el más importante. Serán
objeto de condenación, de horror, de maldición y de burla. Los castigaré
en Egipto así como lo hice en Jerusalén, con guerra, hambre y enfermedad.
Del remanente que huyó a Egipto, con la esperanza de regresar algún día a
Judá, no quedarán sobrevivientes. A pesar de que anhelan volver a su tierra
solo un puñado lo hará».
Entonces todas las mujeres presentes y todos los hombres que sabían
que sus esposas habían quemado incienso a los ídolos —una gran multitud de todos los judíos que vivían en el norte y en el sur de Egipto— le
contestaron a Jeremías:
—¡No escucharemos tus mensajes del Señor! Haremos lo que se nos
antoje. Quemaremos incienso y derramaremos ofrendas líquidas a la reina
del cielo tanto como nos guste, tal como nosotros, nuestros antepasados,
nuestros reyes y funcionarios han hecho siempre en las ciudades de Judá
y en las calles de Jerusalén. ¡Pues en aquellos días teníamos comida en
abundancia, estábamos bien económicamente y no teníamos problemas!
Pero desde que dejamos de quemar incienso a la reina del cielo y dejamos
de rendirle culto con ofrendas líquidas, nos hemos visto en tremendos
problemas y hemos muerto por guerra y hambre.
»Además —agregaron las mujeres—, ¿acaso crees que quemábamos
incienso y derramábamos las ofrendas líquidas a la reina del cielo y hacíamos pasteles con su imagen sin el conocimiento y la ayuda de nuestros
esposos? ¡Por supuesto que no!
Entonces Jeremías les dijo a todos, tanto hombres como mujeres que le
habían dado esa respuesta:
—¿Acaso piensan que el Señor no sabía que ustedes y sus antepasados,
sus reyes y funcionarios y todo el pueblo quemaban incienso a los ídolos
en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? El Señor no podía
soportar más todas las cosas repugnantes que hacían; por eso convirtió
la tierra de ustedes en objeto de maldición —una ruina desolada sin habitantes—, como sucede hasta hoy. A ustedes les ocurrieron todas estas
cosas horribles porque quemaron incienso a los ídolos y pecaron contra el