Inmersion Profetas NTV - Flipbook - Página 296
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J erem í as
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En cuanto entraron a la ciudad, Ismael y sus hombres los mataron a
todos, menos a diez, y echaron sus cuerpos en una cisterna. Los otros diez
convencieron a Ismael que los dejara en libertad, con la promesa de traerle
todo el trigo, la cebada, el aceite de oliva y la miel que habían escondido.
La cisterna donde Ismael echó los cuerpos de los hombres que asesinó
era grande, cavada por órdenes del rey Asa cuando fortificó Mizpa para
protegerse de Baasa, rey de Israel. Así que, Ismael, hijo de Netanías, la
llenó de cadáveres.
Después Ismael capturó a las hijas del rey y al resto del pueblo que había
quedado en Mizpa bajo el cuidado de Gedalías, quien había sido encargado por Nabuzaradán, capitán de la guardia. Los llevó consigo y comenzó
el regreso a la tierra de Amón.
Sin embargo, cuando Johanán, hijo de Carea, y los otros líderes militares
se enteraron de los crímenes cometidos por Ismael, reunieron a todos sus
hombres y salieron a detenerlo. Lo alcanzaron junto al estanque grande
cerca de Gabaón. La gente que Ismael había capturado gritó de alegría
cuando vio a Johanán y a los otros líderes militares. Entonces todos los
cautivos de Mizpa escaparon y empezaron a ayudar a Johanán. Mientras
tanto, Ismael y ocho de sus hombres escaparon de Johanán y huyeron a la
tierra de los amonitas.
Entonces Johanán, hijo de Carea, y los otros líderes militares tomaron a
toda la gente que habían liberado en Gabaón: los soldados, las mujeres, los
niños y los funcionarios de la corte que Ismael había capturado después de
matar a Gedalías. Los llevaron a todos a la aldea de Gerut-quimam cerca
de Belén, donde hicieron preparativos para irse a Egipto porque tenían
miedo de lo que harían los babilonios cuando se enteraran de que Ismael
había matado a Gedalías, el gobernador designado por el rey babilónico.
Entonces los líderes militares, incluidos Johanán, hijo de Carea, y Jezanías,
hijo de Osaías, junto con todo el pueblo, desde el menos importante hasta
el más importante, se acercaron a Jeremías el profeta y le dijeron:
—Por favor, ora al Señor tu Dios por nosotros. Como puedes ver,
somos un pequeño remanente comparado con lo que éramos antes. Ora
que el Señor tu Dios nos muestre qué hacer y adónde ir.
—Está bien —contestó Jeremías—, oraré al Señor su Dios, como me
lo han pedido, y les diré todo lo que él diga. No les ocultaré nada.
Ellos dijeron a Jeremías:
—¡Que el Señor tu Dios sea fiel testigo contra nosotros si rehusamos
obedecer todo lo que él nos diga que hagamos! Nos guste o no, obedeceremos al Señor nuestro Dios a quien te enviamos con nuestro ruego. Pues
si le obedecemos, todo nos irá bien.
Diez días más tarde, el Señor le dio a Jeremías la respuesta. Así que él