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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
20:11–21:4
No obstante, el Señor está a mi lado como un gran guerrero;
ante él mis perseguidores caerán.
No pueden derrotarme.
Fracasarán y serán totalmente humillados;
nunca se olvidará su deshonra.
Oh Señor de los Ejércitos Celestiales,
tú pruebas a los justos
y examinas los secretos y los pensamientos más profundos.
Permíteme ver tu venganza contra ellos,
porque a ti he encomendado mi causa.
¡Canten al Señor!
¡Alaben al Señor!
Pues al pobre y al necesitado
los ha rescatado de sus opresores.
¡Sin embargo, maldigo el día en que nací!
Que nadie celebre el día de mi nacimiento.
Maldigo al mensajero que le dijo a mi padre:
«¡Buenas noticias! ¡Es un varón!».
Que lo destruyan como a las ciudades de la antigüedad
que el Señor derribó sin misericordia.
Asústenlo todo el día con gritos de batalla,
porque no me mató al nacer.
¡Oh, si tan solo hubiera muerto en el vientre de mi madre,
si su cuerpo hubiera sido mi tumba!
¿Por qué habré nacido?
Mi vida entera se ha llenado
de dificultades, de dolor y de vergüenza.
El Señor habló por medio de Jeremías cuando el rey Sedequías envió a
Pasur, hijo de Malquías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, para
hablar con el profeta. Le suplicaron:
—Por favor, habla al Señor por nosotros y pídele que nos ayude. El rey
Nabucodonosor está atacando a Judá. Quizá el Señor sea misericordioso
y haga un poderoso milagro como lo ha hecho en el pasado. Tal vez obligue
a Nabucodonosor a que retire sus ejércitos.
Jeremías respondió:
—Regresen al rey Sedequías y díganle: “Esto dice el Señor, Dios de
Israel: ‘Haré que tus armas no sirvan contra el rey de Babilonia ni contra
los babilonios que te atacan fuera de tus murallas. Es más, traeré a tus