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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
Sufro con el dolor de mi pueblo;
lloro y estoy abrumado de profunda pena.
¿No hay medicina en Galaad?
¿No hay un médico allí?
¿Por qué no hay sanidad
para las heridas de mi pueblo?
¡Si tan solo mi cabeza fuera una laguna
y mis ojos una fuente de lágrimas,
lloraría día y noche
por mi pueblo que ha sido masacrado!
Desearía poder marcharme y olvidarme de mi pueblo
y vivir en una choza para viajeros en el desierto.
Pues todos ellos son adúlteros,
una banda de mentirosos traicioneros.
«Mi pueblo encorva sus lenguas como arcos
para lanzar mentiras.
Se rehúsan a defender la verdad;
solo van de mal en peor.
Ellos no me conocen»,
dice el Señor.
«¡Cuidado con tu vecino!
¡Ni siquiera confíes en tu hermano!
Pues un hermano saca ventaja de su hermano,
y un amigo calumnia a su amigo.
Todos se engañan y se estafan entre sí;
ninguno dice la verdad.
Con la lengua, entrenada a fuerza de práctica,
dicen mentiras;
pecan hasta el cansancio.
Amontonan mentira sobre mentira
y rechazan por completo reconocerme»,
dice el Señor.
Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
«Mira, los derretiré en el crisol
y los probaré como al metal.
¿Qué más puedo hacer con mi pueblo?
Pues sus lenguas lanzan mentiras como flechas
envenenadas.
Dicen palabras amistosas a sus vecinos
mientras en el corazón traman matarlos.
8:21–9:8