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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
66:10-20
¡No! Nunca impediría que naciera esta nación»,
dice su Dios.
«¡Alégrense con Jerusalén!
Gócense con ella, todos ustedes que la aman
y ustedes que se lamentan por ella.
Beban abundantemente de su gloria,
como bebe un pequeño hasta saciarse de los pechos consoladores
de su madre».
Esto dice el Señor:
«Yo le daré a Jerusalén un río de paz y de prosperidad.
Las riquezas de las naciones fluirán hacia ella.
Sus hijos se alimentarán de sus pechos;
serán llevados en sus brazos y sostenidos en sus piernas.
Los consolaré allí, en Jerusalén,
como una madre consuela a su hijo».
Cuando vean estas cosas, su corazón se alegrará.
Florecerán como la hierba.
Todos verán la mano de bendición del Señor sobre sus siervos,
y su ira contra sus enemigos.
Miren, el Señor viene con fuego,
y sus veloces carros de guerra retumban como un torbellino.
Él traerá castigo con la furia de su ira
y con el ardiente fuego de su dura reprensión.
El Señor castigará al mundo con fuego
y con su espada.
Juzgará a la tierra
y muchos morirán a manos de él.
«Los que se “consagran” y se “purifican” en un huerto sagrado con su
ídolo en el centro, celebrando con carne de cerdo, de rata y con otras carnes detestables, tendrán un final terrible», dice el Señor.
«Yo puedo ver lo que están haciendo y sé lo que están pensando. Por
eso reuniré a todas las naciones y a todos los pueblos, y ellos verán mi
gloria. Realizaré una señal entre ellos y enviaré a los sobrevivientes a que
lleven mi mensaje a las naciones: a Tarsis, a los libios y a los lidios (que son
famosos arqueros), a Tubal y a Grecia y a todas las tierras más allá del mar
que no han oído de mi fama ni han visto mi gloria. Allí declararán mi gloria
ante las naciones. Ellos traerán de regreso al remanente de sus hermanos
de entre las naciones y los llevarán a mi monte santo en Jerusalén, como
ofrenda al Señor. Irán a caballo, en carros de guerra, en carretas, en mulas