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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
56:5–57:1
Les daré —dentro de las paredes de mi casa—
un recordatorio y un nombre,
mucho más grande del que hijos o hijas pudieran darles.
Pues el nombre que les doy es eterno;
¡nunca desaparecerá!
»También bendeciré a los extranjeros que se comprometan con el
Señor,
quienes lo sirvan y amen su nombre,
quienes lo adoren y no profanen el día de descanso,
y quienes se mantengan fieles a mi pacto.
Los llevaré a mi monte santo de Jerusalén
y los llenaré de alegría en mi casa de oración.
Aceptaré sus ofrendas quemadas y sus sacrificios,
porque mi templo será llamado casa de oración para todas las
naciones.
Pues el Señor Soberano,
que hace volver a los marginados de Israel, dice:
Traeré a otros también,
además de mi pueblo Israel».
¡Vengan, animales salvajes de los campos!
¡Vengan, animales salvajes de los bosques!
¡Vengan a devorar a mi pueblo!
Pues los líderes de mi pueblo,
los guardianes del Señor, sus pastores,
son ciegos e ignorantes.
Son como perros guardianes silenciosos
que no advierten cuando viene el peligro.
Les encanta estar echados, durmiendo y soñando.
Como perros glotones, nunca quedan satisfechos.
Son pastores ignorantes;
cada uno va por su propio camino
y busca ganancias personales.
«Vengan —dicen ellos—, consigamos vino y hagamos una fiesta.
Emborrachémonos todos.
¡Mañana lo haremos de nuevo,
y tendremos una fiesta aún más grande!».
La gente buena se muere;
muchas veces, los justos mueren antes de que llegue su hora.
Pero a nadie parece importarle el porqué; tampoco se lo preguntan
a sí mismos.