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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
40:16-28
Toda la madera de los bosques del Líbano
y todos los animales del Líbano no serían suficientes
para presentar una ofrenda quemada digna de nuestro Dios.
Las naciones del mundo no valen nada para él.
Ante sus ojos, cuentan menos que nada;
son solo vacío y espuma.
¿Con quién podemos comparar a Dios?
¿Qué imagen se puede encontrar que se le parezca?
¿Se le puede comparar con un ídolo formado en un molde,
revestido de oro y decorado con cadenas de plata?
Y si la gente es demasiado pobre para eso,
al menos escogen una madera que no se pudre
y un artesano habilidoso
¡para que talle una imagen que no se caiga!
¿Acaso no han oído? ¿No entienden?
¿Están sordos a las palabras de Dios,
las palabras que habló antes de que existiera el mundo?
¿Son tan ignorantes?
Dios se sienta sobre el círculo de la tierra;
la gente que hay abajo le parecen saltamontes.
Él despliega los cielos como una cortina,
y hace con ellos su carpa.
Él juzga a los poderosos del mundo
y los reduce a nada.
Apenas comienzan, recién están echando raíces,
cuando él sopla sobre ellos y se marchitan;
se los lleva el viento como a la paja.
«¿Con quién me compararán?
¿Quién es igual a mí?», pregunta el Santo.
Levanten la mirada a los cielos.
¿Quién creó todas las estrellas?
Él las hace salir como un ejército, una tras otra,
y llama a cada una por su nombre.
A causa de su gran poder y su incomparable fuerza,
no se pierde ni una de ellas.
Oh Jacob, ¿cómo puedes decir que el Señor no ve tus dificultades?
Oh Israel, ¿cómo puedes decir que Dios no toma en cuenta tus
derechos?
¿Acaso nunca han oído?
¿Nunca han entendido?