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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
39:3–40:5
También los llevó a conocer su arsenal, ¡y les mostró todo lo que había
en sus tesoros reales! No hubo nada, ni en el palacio ni en el reino, que
Ezequías no les mostrara.
Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey Ezequías y le preguntó:
—¿Qué querían esos hombres? ¿De dónde vinieron?
Ezequías contestó:
—Vinieron de la lejana tierra de Babilonia.
—¿Qué vieron en tu palacio? —preguntó Isaías.
—Lo vieron todo —contestó Ezequías—. Les mostré todo lo que
poseo, todos mis tesoros reales.
Entonces Isaías dijo a Ezequías:
—Escucha este mensaje del Señor de los Ejércitos Celestiales: “Se
acerca el tiempo cuando todo lo que hay en tu palacio —todos los tesoros
que tus antepasados han acumulado hasta ahora— será llevado a Babilonia. No quedará nada —dice el Señor—. Algunos de tus hijos serán
llevados al destierro. Los harán eunucos que servirán en el palacio del rey
de Babilonia”.
Entonces Ezequías dijo a Isaías:
—Este mensaje que me has dado de parte del Señor es bueno.
Pues el rey pensaba: «Por lo menos habrá paz y seguridad mientras yo
viva».
«Consuelen, consuelen a mi pueblo
—dice su Dios—.
Hablen con ternura a Jerusalén
y díganle que se acabaron sus días tristes
y que sus pecados están perdonados.
Sí, el Señor le dio doble castigo
por todos sus pecados».
¡Escuchen! Es la voz de alguien que clama:
«¡Abran camino a través del desierto
para el Señor!
¡Hagan una carretera derecha a través de la tierra baldía
para nuestro Dios!
Rellenen los valles
y allanen los montes y las colinas;
enderecen las curvas
y suavicen los lugares ásperos.
Entonces se revelará la gloria del Señor
y todas las personas la verán.
¡El Señor ha hablado!».