Inmersion Profetas NTV - Flipbook - Página 136
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I sa í as
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Fue cortada,
como cuando el tejedor corta la tela del telar.
De repente, mi vida se había acabado.
Esperé con paciencia toda la noche,
pero me sentía como si unos leones me estuvieran despedazando.
De repente, mi vida se había acabado.
En mi delirio, gorjeaba como una golondrina o una grulla,
y después gemía como una paloma torcaza.
Se me cansaban los ojos de mirar al cielo en busca de ayuda.
Estoy en apuros, Señor. ¡Ayúdame!».
Pero ¿qué podía decir?
Pues él mismo envió esta enfermedad.
Ahora caminaré con humildad durante el resto de mis años
a causa de esta angustia que he sentido.
Señor, tu disciplina es buena,
porque lleva a la vida y a la salud.
¡Tú restauras mi salud
y me permites vivir!
Sí, esta angustia ha sido buena para mí,
porque me has rescatado de la muerte
y has perdonado todos mis pecados.
Pues los muertos no pueden alabarte;
no pueden levantar la voz en alabanza.
Los que bajan a la tumba
ya no pueden esperar en tu fidelidad.
Solo los vivos pueden alabarte como yo lo hago hoy.
Cada generación le habla de tu fidelidad a la siguiente.
Imagínense: el Señor está dispuesto a sanarme.
Cantaré sus alabanzas con instrumentos
todos los días de mi vida
en el templo del Señor.
Isaías les había dicho a los siervos de Ezequías: «Preparen un ungüento
de higos y úntenlo sobre la llaga, y Ezequías se recuperará».
Y Ezequías había preguntado: «¿Qué señal probará que iré al templo
del Señor?».
Poco tiempo después, Merodac-baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia,
le envió saludos a Ezequías junto con un regalo. Se enteró de que Ezequías
había estado muy enfermo y que se había recuperado. Ezequías quedó
encantado con los enviados de Babilonia y les mostró todo lo que había
en sus casas del tesoro: la plata, el oro, las especias y los aceites aromáticos.