Inmersion Origenes - Flipbook - Página 47
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G é nesis
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todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Todo eso, porque me has
obedecido.
Luego volvieron al lugar donde estaban los siervos y viajaron de regreso
a Beerseba, donde Abraham siguió habitando.
Poco tiempo después, Abraham oyó que Milca, la esposa de su hermano
Nacor, le había dado a Nacor ocho hijos. El mayor se llamaba Uz, el siguiente era Buz, seguido por Kemuel (antepasado de los arameos), Quésed, Hazó, Pildás, Jidlaf y Betuel. (Betuel fue el padre de Rebeca). Además
de esos ocho hijos de Milca, Nacor tuvo otros cuatro hijos con su concubina Reúma. Sus nombres eran Teba, Gahán, Tahás y Maaca.
A la edad de ciento veintisiete años, Sara murió en Quiriat-arba (actualmente se llama Hebrón), en la t ierra de Canaán. Allí Abraham hizo duelo
y lloró por ella.
Luego, se apartó del cuerpo de su esposa y dijo a los ancianos hititas:
—Aquí estoy, vivo entre ustedes como forastero y extranjero. Por favor,
véndanme una parcela de terreno para darle un entierro apropiado a mi
esposa.
—Escúchenos, señor —respondieron los hititas a Abraham—, usted es
un príncipe de honor entre nosotros. Escoja la mejor de nuestras tumbas
y entiérrela allí. Ninguno de nosotros se negará a ayudarle en ese sentido.
Entonces Abraham se inclinó hasta el suelo ante los hititas y dijo:
—Ya que ustedes están dispuestos a brindarme esa ayuda, sean tan amables de pedir a Efrón, hijo de Zohar, que me permita comprar su cueva
en Macpela, que está al final de su campo. Yo pagaré el precio total en
presencia de testigos, a fin de tener un lugar permanente donde enterrar
a mi familia.
Efrón estaba sentado allí entre los demás y respondió a Abraham mientras los demás escuchaban. Habló públicamente delante de todos los ancianos hititas de la ciudad.
—No, mi señor —le dijo a Abraham—, por favor, escúcheme. Yo le
regalaré el campo y la cueva. Aquí mismo, en presencia de mi pueblo, se lo
regalo. Vaya y entierre a su esposa.
Abraham volvió a inclinarse hasta el suelo ante los ciudadanos del lugar
y respondió a Efrón a oídos de todos.
—No, escúcheme. Yo se lo compraré. Permítame pagar el precio total
del campo, para poder enterrar allí a mi esposa.
Efrón respondió a Abraham:
—Mi señor, por favor, escúcheme. El campo vale cuatrocientas monedas de plata, ¿pero qué es eso entre amigos? Vaya y entierre a su esposa.
Abraham estuvo de acuerdo con el precio sugerido por Efrón y pagó la
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