Inmersion Origenes - Flipbook - Página 273
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N ú meros
¿Quién puede contar siquiera a una cuarta parte del pueblo de
Israel?
Permíteme morir como los justos;
deja que mi vida acabe como la de ellos».
Entonces el rey Balac le reclamó a Balaam:
—¿Qué me has hecho? Te traje para maldecir a mis enemigos. ¡En cambio, los has bendecido!
Pero Balaam respondió:
—Yo hablaré solamente el mensaje que el Señor ponga en mi boca.
Entonces el rey Balac le dijo:
—Ven conmigo a otro lugar. Allí verás otra parte de la nación de I srael,
aunque no a todos. ¡Maldice por lo menos a esa parte!
Así que Balac llevó a Balaam a la meseta de Zofim en la cima del monte
Pisga. Allí construyó siete altares y ofreció un becerro y un carnero en
cada altar.
Entonces Balaam le dijo al rey:
—Quédate aquí con tus ofrendas quemadas mientras yo voy allá a encontrarme con el Señor.
Entonces el Señor se reunió con Balaam y le dio un mensaje. Le dijo:
«Regresa con Balac y dale mi mensaje».
Balaam volvió y encontró al rey de pie junto a sus ofrendas quemadas,
con todos los funcionarios de Moab.
—¿Qué dijo el Señor? —preguntó Balac ansiosamente.
Este es el mensaje que Balaam transmitió:
«¡Levántate, Balac, y escucha!
Óyeme, hijo de Zipor.
Dios no es un hombre, por lo tanto, no miente.
Él no es humano, por lo tanto, no cambia de parecer.
¿Acaso alguna vez habló sin actuar?
¿Alguna vez prometió sin cumplir?
Escucha, yo recibí la orden de bendecir;
¡Dios ha bendecido, y yo no puedo revertirlo!
Ninguna desgracia está en su plan para Jacob;
ningún problema espera a Israel.
Pues el Señor su Dios está con ellos;
él ha sido proclamado su rey.
Dios los sacó de Egipto;
para ellos, él es tan fuerte como un buey salvaje.
Ninguna maldición puede tocar a Jacob;
ninguna magia ejerce poder alguno contra Israel.
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