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INMERSIÓN
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ORÍGENES
22:36–23:10
Cuando el rey Balac supo que Balaam estaba en camino, salió a su encuentro a una ciudad moabita, situada en el río Arnón, en la frontera más
distante de su tierra.
—¿No era urgente la invitación que te envié? ¿Por qué no viniste enseguida? —le preguntó Balac a Balaam—. ¿No me creíste cuando te dije que
te honraré con una generosa recompensa?
—Mira —contestó Balaam—, ya he venido pero no está en mis manos
decir lo que yo quiera. Hablaré únicamente el mensaje que Dios ponga
en mi boca.
Luego Balaam acompañó a Balac a Quiriat-huzot. Allí el rey sacrificó
ganado y ovejas, y envió porciones de la carne a Balaam y a los oficiales que
estaban con él. A la mañana siguiente Balac subió con Balaam a un lugar
llamado Bamot-baal y desde allí se podía ver parte del pueblo de I srael.
Entonces Balaam le dijo al rey Balac: «Constrúyeme aquí siete altares
y prepara siete becerros y siete carneros para que los sacrifique». Balac
siguió sus instrucciones y los dos sacrificaron un becerro y un carnero en
cada altar.
Entonces Balaam le dijo a Balac: «Quédate aquí con tus ofrendas quemadas y yo iré a ver si el Señor me responde. Entonces te diré lo que él
me revele». Así que Balaam fue solo a la cima de una colina sin vegetación
y allí se reunió Dios con él. Balaam le dijo:
—Preparé siete altares y sacrifiqué un becerro y un carnero en cada altar.
El S eñor le dio a Balaam un mensaje para el rey Balac y después le dijo:
—Regresa donde está Balac y dale mi mensaje.
Así que Balaam volvió y encontró al rey de pie, al lado de sus ofrendas
quemadas, con todos los funcionarios de Moab. Este es el mensaje que
Balaam transmitió:
«Balac me mandó a llamar desde Aram;
el rey de Moab me trajo de las colinas del oriente.
“¡Ven —me dijo—, maldíceme a Jacob!
Ven y anuncia la ruina de Israel”.
Pero ¿cómo puedo maldecir
a quienes Dios no ha maldecido?
¿Cómo puedo condenar
a quienes el Señor no ha condenado?
Desde las cimas del precipicio los veo;
los miro desde las colinas.
Veo a un pueblo que vive aislado,
apartado de las otras naciones.
¿Quién puede contar a los descendientes de Jacob, tan numerosos
como el polvo?
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