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INMERSIÓN
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ORÍGENES
22:1-17
Luego el pueblo de I srael viajó a las llanuras de Moab y acampó al oriente
del río Jordán, frente a Jericó. Balac, hijo de Zipor, el rey moabita, había
visto todo lo que los israelitas hicieron a los amorreos. Entonces cuando
el pueblo de Moab vio que los israelitas eran muchos, se aterró. El rey de
Moab dijo a los ancianos de Madián: «¡Esta muchedumbre devorará todo
lo que esté a la vista, como un buey devora el pasto en el campo!».
Entonces Balac, rey de Moab, envió mensajeros para llamar a Balaam,
hijo de Beor, que vivía en Petor, su tierra natal, cerca del río Éufrates. Su
mensaje decía:
«Mira, una inmensa multitud que cubre la faz de la tierra ha llegado
de Egipto y me amenaza. Ven, por favor, maldíceme a este pueblo,
porque es demasiado poderoso para mí. De esa manera quizás yo
pueda conquistarlos y expulsarlos de la tierra. Yo sé que sobre el
pueblo que tú bendices, caen bendiciones y al pueblo que tú maldices,
le caen maldiciones».
Entonces los mensajeros de Balac y los ancianos de Moab y de Madián,
partieron con el dinero para pagarle a Balaam a fin de que maldijera a
Israel. Llegaron donde estaba Balaam y le transmitieron el mensaje de
Balac. «Quédense aquí esta noche —dijo Balaam—, y en la mañana les
diré lo que me indique el Señor». Así que los funcionarios de Moab se
quedaron con Balaam.
Esa noche Dios vino a Balaam y le preguntó:
—¿Quiénes son estos hombres que te visitan?
Balaam le dijo a Dios:
—Balac, hijo de Zipor, rey de Moab, me envió este mensaje: “Mira, una
inmensa multitud que cubre la faz de la t ierra ha llegado de Egipto. Ven
y maldíceme a este pueblo. De esa manera quizás podré hacerles frente y
expulsarlos de esta tierra”.
Pero D
ios le dijo a Balaam:
—No vayas con ellos ni maldigas a este pueblo, ¡porque es bendito!
A la mañana siguiente, Balaam se levantó y les dijo a los funcionarios de
Balac: «¡Regresen a casa! El Señor no me dejará ir con ustedes».
Entonces los oficiales moabitas regresaron al rey Balac y le informaron:
«Balaam se negó a venir con nosotros». Así que Balac intentó de nuevo.
Esta vez envió a un mayor número de funcionarios, aún más distinguidos
que los que envió la primera vez. Llegaron donde estaba Balaam y le transmitieron el siguiente mensaje:
«Esto dice Balac, hijo de Zipor: “Por favor, no permitas que nada te
impida venir a ayudarme. Te pagaré muy bien y haré todo lo que me
pidas. ¡Solamente ven y maldíceme a este pueblo!”».
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