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INMERSIÓN
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ORÍGENES
20:2-17
Ya que en ese lugar no había agua para que el pueblo bebiera, la gente se
rebeló contra Moisés y Aarón. El pueblo culpó a Moisés y dijo: «¡Si tan
solo hubiéramos muerto con nuestros hermanos delante del Señor! ¿Por
qué trajiste a la congregación del pueblo del Señor a este desierto para
morir, junto con todos nuestros animales? ¿Por qué nos obligaste a salir
de Egipto y nos trajiste a este terrible lugar? ¡Esta tierra no tiene grano ni
higos ni uvas ni granadas ni agua para beber!».
Entonces M
oisés y Aarón se apartaron del pueblo y fueron a la entrada
del tabernáculo, donde cayeron rostro en tierra. Allí la presencia gloriosa
del S eñor se les apareció, y el S eñor le dijo a M
oisés: «Tú y Aarón tomen
la vara y reúnan a toda la comunidad. En presencia de todo el pueblo, háblale a la roca y de ella brotará agua. De la roca proveerás suficiente agua
para satisfacer a toda la comunidad y a sus animales».
Así que Moisés hizo lo que se le dijo. Tomó la vara del lugar donde
se guardaba en la presencia del Señor. Luego él y Aarón mandaron a
llamar al pueblo a reunirse frente a la roca. «¡Escuchen, ustedes rebeldes! —gritó—. ¿Acaso debemos sacarles agua de esta roca?». Enseguida
Moisés levantó su mano y golpeó la roca dos veces con la vara y el agua
brotó a chorros. Así que toda la comunidad y sus animales bebieron hasta
saciarse.
Sin embargo, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón: «¡Puesto que
no confiaron lo suficiente en mí para demostrar mi santidad a los israelitas, ustedes no los llevarán a la tierra que les doy!». Por eso este
lugar se c onoce como las aguas de Meriba (que significa «discusión»)
porque allí el pueblo de Israel discutió con el S eñor y él demostró su
santidad entre ellos.
Mientras Moisés estaba en Cades, envió embajadores al rey de Edom con
el siguiente mensaje:
«Esto es lo que dicen tus parientes, los israelitas: tú sabes todas las
dificultades por las que hemos pasado. Nuestros antepasados bajaron
a Egipto y allí vivimos un largo tiempo. Los egipcios nos maltrataron
brutalmente, tanto a nosotros como a nuestros antepasados; pero
cuando clamamos al Señor, él nos oyó y envió a un ángel que nos
sacó de Egipto. Ahora estamos acampando en Cades, la ciudad en la
frontera de tu territorio. Por favor, permítenos atravesar tu territorio.
Tendremos cuidado de no pasar por tus campos y viñedos, ni siquiera
beberemos el agua de tus pozos. Seguiremos derecho por el camino
real, sin desviarnos hasta que hayamos atravesado tu territorio».
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