Inmersion Origenes - Flipbook - Página 249
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Luego salió la división coatita de los levitas, que llevaba consigo los objetos sagrados del tabernáculo. El tabernáculo debía estar ya instalado en
su nueva ubicación antes de que ellos llegaran al próximo lugar de campamento. Las tropas de Efraín marcharon a continuación, detrás de su
estandarte. Su jefe era Elisama, hijo de Amiud. Las siguieron las tropas de
la tribu de Manasés, dirigidas por Gamaliel, hijo de Pedasur, y también
las tropas de la tribu de Benjamín, dirigidas por Abidán, hijo de Gedeoni.
Las últimas en salir fueron las tropas de Dan que marchaban tras su
estandarte, a la retaguardia de todos los campamentos tribales. Su jefe era
Ahiezer, hijo de Amisadai. Se le unieron las tropas de la tribu de Aser, dirigidas por Pagiel, hijo de Ocrán, y también las tropas de la tribu de Neftalí,
dirigidas por Ahira, hijo de Enán.
En ese orden marchaban los israelitas, división por división.
Un día Moisés le dijo a su cuñado Hobab, hijo de Reuel, el madianita:
—Vamos en camino al lugar que el Señor nos prometió, porque él nos
dijo: “Yo se lo daré a ustedes”. Ven con nosotros y te trataremos bien, porque el Señor ha prometido maravillosas bendiciones para Israel.
—No, no iré —respondió Hobab—. Debo regresar a mi propia t ierra
y a mi familia.
—Por favor, no nos dejes —rogó M
oisés—. Tú conoces los lugares del
desierto donde debemos acampar. Ven, sé nuestro guía. Si vienes con nosotros, compartiremos contigo todas las bendiciones que el Señor nos dará.
Así que después de salir del monte del Señor, marcharon por tres días;
y el arca del pacto del Señor iba delante de ellos para indicarles dónde
detenerse y descansar. Cada día, mientras continuaban su viaje, la nube
del Señor se mantenía en el aire sobre ellos. Siempre que el arca salía,
Moisés gritaba: «¡Levántate, oh Señor y que se dispersen tus enemigos!
¡Que huyan ante ti!»; y cuando el arca se ponía en tierra, M
oisés decía:
«¡Vuelve, oh Señor, a los incontables millares de Israel!».
Poco después el pueblo comenzó a quejarse de las privaciones que enfrentaba, y el S eñor oyó todo lo que decían. Entonces el enojo del S eñor se
encendió contra ellos y envió un fuego que ardió entre ellos y destruyó
a algunos en las afueras del campamento. Así que el pueblo pidió ayuda
a gritos a M
oisés, y cuando él oró al Señor, el fuego se apagó. Después,
ese lugar fue conocido como Taberá (que significa «lugar del fuego que
arde»), porque el fuego del Señor ardió allí entre ellos.
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