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INMERSIÓN
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ORÍGENES
33:9–34:1
seguían a M
oisés con la vista hasta que entraba en la carpa. Cuando
Moisés entraba en la carpa, la columna de nube descendía y se quedaba
en el aire a la entrada mientras el S eñor hablaba con M
oisés. Cuando el
pueblo notaba que la nube se detenía a la entrada de la carpa, cada persona se paraba a la entrada de su propia carpa y se inclinaba. Dentro de la
carpa de reunión, el S eñor hablaba con M
oisés cara a cara, como cuando
alguien habla con un amigo. Después, Moisés regresaba al campamento,
mientras que su asistente, el joven Josué, hijo de Nun, permanecía en la
carpa de reunión.
Un día Moisés dijo al Señor:
—Tú me has estado diciendo: “Lleva a este pueblo a la T
ierra Prometida”. Pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. Me has dicho: “Yo
te conozco por tu nombre y te miro con agrado”. Si es cierto que me miras
con buenos ojos, permíteme conocer tus caminos, para que pueda comprenderte más a fondo y siga gozando de tu favor. Y recuerda que esta
nación es tu propio pueblo.
El S eñor le respondió:
—Yo mismo iré contigo, M
oisés, y te daré descanso; todo te saldrá bien.
Entonces M
oisés dijo:
—Si tú mismo no vienes con nosotros, no nos hagas salir de este lugar.
¿Cómo se sabrá que me miras con agrado —a mí y a tu pueblo— si no
vienes con nosotros? Pues tu presencia con nosotros es la que nos separa
—a tu pueblo y a mí— de todos los demás pueblos de la tierra.
El Señor contestó a Moisés:
—Ciertamente haré lo que me pides, porque te miro con agrado y te
conozco por tu nombre.
Moisés respondió:
—Te suplico que me muestres tu gloriosa presencia.
El S eñor respondió:
—Haré pasar delante de ti toda mi bondad y delante de ti proclamaré mi
nombre, Y
ahveh. Pues tendré misericordia de quien yo quiera y mostraré
compasión con quien yo quiera. Sin embargo, no podrás ver directamente
mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida.
El S eñor siguió diciendo:
—Párate cerca de mí, sobre esta roca. Cuando pase mi gloriosa presencia, te esconderé en la grieta de la roca y te cubriré con mi mano hasta que
yo haya pasado. Después retiraré la mano y dejaré que me veas por detrás;
pero no se verá mi rostro.
Luego el Señor le dijo a Moisés: «Talla dos tablas de piedra como las
primeras. Escribiré en ellas las mismas palabras que estaban en las que
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