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INMERSIÓN
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ORÍGENES
32:12-27
pueblo, el que sacaste de la t ierra de Egipto con tan gran poder y mano
fuerte? ¿Por qué dejar que los egipcios digan: “Su Dios los rescató con la
mala intención de matarlos en los montes y borrarlos de la faz de la tierra”?
Abandona tu ira feroz; ¡cambia de parecer en cuanto a ese terrible desastre
con el que amenazas a tu pueblo! Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac
y Jacob. Tú mismo te comprometiste con ellos bajo juramento diciendo:
“Haré que sus descendientes sean tan numerosos como las estrellas del
cielo, y entregaré a sus descendientes toda esta t ierra que prometí darles,
y ellos la poseerán para siempre”.
Entonces el Señor cambió de parecer en cuanto al terrible desastre con
que había amenazado destruir a su pueblo.
Enseguida Moisés se dio la vuelta y descendió del monte. Llevaba en
sus manos las dos tablas de piedra grabadas con las condiciones del pacto.
Estaban escritas a ambos lados, por delante y por detrás. Estas tablas eran
obra de Dios; cada palabra estaba escrita por Dios mismo.
Cuando Josué oyó el alboroto del pueblo, que gritaba desde abajo, exclamó a M
oisés:
—¡Parece que hay guerra en el campamento!
Pero M
oisés respondió:
—No, no son gritos de victoria ni lamentos de derrota. Oigo sonidos
de celebración.
Cuando se acercaron al campamento, Moisés vio el becerro y las danzas,
y ardió de enojo. Entonces tiró las tablas de piedra al suelo, las cuales se
hicieron pedazos al pie del monte. Tomó el becerro que habían hecho y lo
quemó. Luego lo molió hasta hacerlo polvo, lo arrojó al agua y obligó a los
israelitas a que la bebieran.
Por último, se dirigió a Aarón y le preguntó:
—¿Qué te hizo este pueblo para que lo llevaras a caer en un pecado tan
grande?
—No te disgustes tanto, mi señor —contestó Aarón—. Tú sabes bien
qué mala es esta gente. Ellos me dijeron: “Haznos dioses que puedan
guiarnos. No sabemos qué le sucedió a ese tipo, M
oisés, el que nos trajo
aquí desde la tierra de Egipto”. Así que yo les dije: “Los que tengan joyas
de oro, que se las quiten”. Cuando me las trajeron, no hice más que echarlas
al fuego, ¡y salió este becerro!
Moisés vio que Aarón había permitido que el pueblo se descontrolara
por completo y fuera el hazmerreír de sus enemigos. Así que se paró a
la entrada del campamento y gritó: «Todos los que estén de parte del
Señor, vengan aquí y únanse a mí». Y todos los levitas se juntaron alrededor de él.
Moisés les dijo: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Cada uno de
ustedes tome su espada, recorra el campamento de un extremo al otro;
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