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INMERSIÓN
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ORÍGENES
5:9–6:3
nuestro Dios”. Cárguenlos con más trabajo. ¡Háganlos sudar! Así aprenderán a no dejarse llevar por mentiras».
Entonces los capataces y los jefes de cuadrilla salieron a informarle al
pueblo: «El faraón dice lo siguiente: “Ya no les proporcionaré paja. Tendrán que ir ustedes mismos a conseguirla por donde puedan. ¡Pero deberán producir la misma cantidad de ladrillos que antes!”». Así que el pueblo
se dispersó por todo Egipto en busca de hierba seca para usar como paja.
Mientras tanto, los capataces egipcios no dejaban de apremiarlos.
«¡Cumplan con la cuota diaria de producción —les exigían—, tal como
cuando se les proporcionaba la paja!». Después azotaban a los jefes de
cuadrilla israelitas que los capataces egipcios habían puesto a cargo de los
trabajadores. «¿Por qué no cumplieron con sus cuotas ni ayer ni hoy?»,
les preguntaban.
Entonces los jefes de cuadrilla israelitas fueron a rogarle al faraón:
—Por favor, no trate así a sus siervos —le suplicaron—. Ya no nos dan
paja, ¡pero aun así los capataces nos exigen que sigamos haciendo ladrillos!
Nos golpean, ¡pero no es nuestra culpa! ¡Es culpa de su propia gente!
Pero el faraón gritó:
—¡Ustedes son unos holgazanes! ¡Haraganes! Por eso andan diciendo:
“Déjenos ir a ofrecer sacrificios al Señor”. ¡Vuelvan ya mismo a trabajar!
No se les dará paja, pero aun así tendrán que producir la cuota completa
de ladrillos.
Los jefes de cuadrilla israelitas se dieron cuenta de que estaban en serios
problemas cuando les dijeron: «No debe disminuir la cantidad de ladrillos
que se fabrica por día». Al salir del palacio del faraón, se cruzaron con
Moisés y con Aarón, quienes estaban esperándolos afuera. Los jefes de
cuadrilla les dijeron: «¡Que el Señor los juzgue y los castigue por habernos hecho repugnantes a los ojos del faraón y sus funcionarios! ¡Ustedes
mismos les pusieron una espada en la mano, les dieron una excusa para
que nos maten!».
Entonces M
oisés fue ante el Señor y protestó:
—Señor, ¿por qué trajiste toda esta desgracia a tu propio pueblo? ¿Por
qué me enviaste? Desde que me presenté ante el faraón como tu vocero,
él se ha vuelto aún más brutal contra tu pueblo, ¡y tú no has hecho nada
para rescatarlos!
Entonces el Señor le dijo a Moisés:
—Ahora verás lo que le haré al faraón. Cuando él sienta el peso de mi
mano fuerte, dejará salir al pueblo. De hecho, ¡él mismo los echará de su
tierra!
Dios también le dijo:
—Yo soy Yahveh, “el Señor”. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob
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