Inmersion Origenes - Flipbook - Página 111
É x odo
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Rumbo a Egipto, en un lugar donde Moisés se detuvo con su familia para
pasar la noche, el S eñor enfrentó a M
oisés y estuvo a punto de matarlo.
Pero Séfora, la esposa de M
oisés, tomó un cuchillo de piedra y circuncidó
a su hijo. Con el prepucio, tocó los pies de M
oisés y le dijo: «Ahora tú
eres un esposo de sangre para mí». (Cuando dijo «un esposo de sangre»,
se refirió a la circuncisión). Después de ese incidente, el Señor lo dejó
en paz.
Ahora bien, el S eñor le había dicho a Aarón: «Ve al desierto para encontrarte con Moisés». Así que Aarón fue a encontrarse con Moisés en el
monte de Dios y lo abrazó. Moisés le contó todo lo que el Señor le había
ordenado que dijera y también le contó acerca de las señales milagrosas
que el Señor lo mandó a realizar.
Luego Moisés y Aarón regresaron a Egipto y convocaron a todos los
ancianos de I srael. Aarón les dijo todo lo que el Señor le había dicho a
Moisés, y M
oisés realizó las señales milagrosas a la vista de ellos. Entonces
el pueblo de I srael quedó convencido de que el S eñor había enviado a
Moisés y a Aarón. Cuando supieron que el S eñor se preocupaba por ellos
y que había visto su sufrimiento, se inclinaron y adoraron.
Después del encuentro con los líderes de Israel, Moisés y Aarón fueron a
hablar con el faraón y le dijeron:
—Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Deja salir a mi pueblo para que
celebre un festival en mi honor en el desierto”.
—¿Ah sí? —replicó el faraón—. ¿Y quién es ese S eñor? ¿Por qué tendría que escucharlo y dejar ir a Israel? Yo no conozco a ese tal Señor y no
dejaré que Israel se vaya.
Pero Aarón y Moisés insistieron:
—El Dios de los hebreos nos ha visitado —declararon—. Por lo tanto,
déjanos hacer un viaje de tres días al desierto a fin de ofrecer sacrificios al
Señor nuestro Dios. Si no lo hacemos, nos matará con una plaga o a filo
de espada.
El faraón respondió:
—Moisés y Aarón, ¿por qué distraen al pueblo de sus tareas? ¡Vuelvan
a trabajar! Miren, hay muchos de su pueblo en esta tierra y ustedes les
impiden continuar su labor.
Ese mismo día, el faraón dio la siguiente orden a los capataces egipcios y
a los jefes de cuadrilla israelitas: «Ya no les provean paja para hacer los ladrillos. ¡Hagan que ellos mismos vayan a buscarla! Pero exíjanles que sigan
fabricando la misma cantidad de ladrillos que antes. No reduzcan la cuota.
Son unos perezosos; por eso claman: “Déjanos ir a ofrecer sacrificios a
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