Inmersion Origenes - Flipbook - Página 107
É x odo
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—¿Por qué le pegas a tu amigo? —le preguntó M
oisés al que había empezado la pelea.
El hombre le contestó:
—¿Quién te nombró para ser nuestro príncipe y juez? ¿Vas a matarme
como mataste ayer al egipcio?
Entonces M
oisés se asustó y pensó: «Todos saben lo que hice». Efectivamente, el faraón se enteró de lo que había ocurrido y trató de matar a
Moisés; pero él huyó del faraón y se fue a vivir a la tierra de Madián.
Cuando Moisés llegó a Madián, se sentó junto a un pozo. El sacerdote
de Madián tenía siete hijas, quienes fueron al pozo como de costumbre
para sacar agua y llenar los bebederos para los rebaños de su padre. Pero
llegaron unos pastores y las echaron de allí. Entonces Moisés se levantó
de un salto y las rescató de los pastores. Luego sacó agua para los rebaños
de las muchachas.
Cuando las jóvenes regresaron a la casa de Reuel, su padre, él les
preguntó:
—¿Por qué hoy han regresado tan pronto?
—Un egipcio nos rescató de los pastores —contestaron ellas—; después nos sacó agua y dio de beber a nuestros rebaños.
—¿Y dónde está ese hombre? —les preguntó el padre—. ¿Por qué lo
dejaron allí? Invítenlo a comer con nosotros.
Moisés aceptó la invitación y se estableció allí con Reuel. Con el tiempo,
Reuel le entregó a su hija Séfora por esposa. Más tarde, ella dio a luz un
hijo, y Moisés lo llamó Gersón, pues explicó: «He sido un extranjero en
tierra extraña».
Con el paso de los años, el rey de Egipto murió; pero los israelitas seguían
gimiendo bajo el peso de la esclavitud. Clamaron por ayuda, y su clamor
subió hasta Dios, quien oyó sus gemidos y se acordó del pacto que había
hecho con Abraham, Isaac y Jacob. Miró desde lo alto a los hijos de Israel
y supo que ya había llegado el momento de actuar.
Cierto día Moisés se encontraba apacentando el rebaño de su suegro,
Jetro, quien era sacerdote de Madián. Llevó el rebaño al corazón del desierto y llegó al Sinaí, el monte de Dios. Allí el ángel del Señor se le apareció en un fuego ardiente, en medio de una zarza. M
oisés se quedó mirando
lleno de asombro porque aunque la zarza estaba envuelta en llamas, no se
consumía. «Esto es increíble —se dijo a sí mismo—. ¿Por qué esa zarza
no se consume? Tengo que ir a verla de cerca».
Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba para observar mejor, Dios
lo llamó desde el medio de la zarza:
—¡Moisés! ¡Moisés!
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