Inmersion Origenes - Flipbook - Página 106
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INMERSIÓN
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ORÍGENES
1:19–2:13
—Las mujeres hebreas no son como las egipcias —contestaron ellas—,
son más vigorosas y dan a luz con tanta rapidez que siempre llegamos
tarde.
Por eso Dios fue bueno con las parteras, y los israelitas siguieron multiplicándose, y se hicieron cada vez más poderosos. Además, como las parteras temían a Dios, él les concedió su propia familia.
Entonces el faraón dio la siguiente orden a todo su pueblo: «Tiren al río
Nilo a todo niño hebreo recién nacido; pero a las niñas pueden dejarlas
con vida».
En esos días, un hombre y una mujer de la tribu de Leví se casaron. La
mujer quedó embarazada y dio a luz un hijo. Al ver que era un niño excepcional, lo escondió durante tres meses. Cuando ya no pudo ocultarlo más,
tomó una canasta de juncos de papiro y la recubrió con brea y resina para
hacerla resistente al agua. Después puso al niño en la canasta y la acomodó
entre los juncos, a la orilla del río Nilo. La hermana del bebé se mantuvo
a cierta distancia para ver qué le pasaría al niño.
Al poco tiempo, la hija del faraón bajó a bañarse en el río, y sus sirvientas se paseaban por la orilla. Cuando la princesa vio la canasta entre los
juncos, mandó a su criada que se la trajera. Al abrir la canasta la princesa
vio al bebé. El niño lloraba, y ella sintió lástima por él. «Seguramente es
un niño hebreo», dijo.
Entonces la hermana del bebé se acercó a la princesa.
—¿Quiere que vaya a buscar a una mujer hebrea para que le amamante
al bebé? —le preguntó.
—¡Sí, consigue a una! —contestó la princesa.
Entonces la muchacha fue y llamó a la madre del bebé.
«Toma a este niño y dale el pecho por mí —le dijo la princesa a la madre
del niño—. Te pagaré por tu ayuda». Así que la mujer se fue con el bebé
a su casa y lo amamantó.
Años más tarde, cuando el niño creció, ella se lo devolvió a la hija del
faraón, quien lo adoptó como su propio hijo y lo llamó Moisés, pues explicó: «Lo saqué del agua».
Muchos años después, cuando ya era adulto, M
oisés salió a visitar a los de
su propio pueblo, a los hebreos, y vio con cuánta dureza los obligaban a
trabajar. Durante su visita, vio que un egipcio golpeaba a uno de sus compatriotas hebreos. Entonces Moisés miró a todos lados para asegurarse
de que nadie lo observaba, y mató al egipcio y escondió el cuerpo en la
arena.
Al día siguiente, cuando M
oisés salió de nuevo a visitar a los de su pueblo, vio a dos hebreos peleando.
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