Inmersion Mesias - Flipbook - Página 95
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L U C A S – H echos
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Había una creyente en Jope que se llamaba Tabita (que en griego es Dor
cas). Ella siempre hacía buenas acciones a los demás y ayudaba a los po
bres. En esos días, se enfermó y murió. Lavaron el cuerpo para el entierro
y lo pusieron en un cuarto de la planta alta; pero los creyentes habían oído
que Pedro estaba cerca, en Lida, entonces mandaron a dos hombres a su
plicarle: «Por favor, ¡ven tan pronto como puedas!».
Así que Pedro regresó con ellos y, tan pronto como llegó, lo llevaron al
cuarto de la planta alta. El cuarto estaba lleno de viudas que lloraban y le
mostraban a Pedro las túnicas y demás ropa que Dorcas les había hecho.
Pero Pedro les pidió a todos que salieran del cuarto; luego se arrodilló y
oró. Volviéndose hacia el cuerpo, dijo: «¡Tabita, levántate!». ¡Y ella abrió
los ojos! Cuando vio a Pedro, ¡se sentó! Él le dio la mano y la ayudó a levan
tarse. Después llamó a las viudas y a todos los creyentes, y la presentó viva.
Las noticias corrieron por toda la ciudad y muchos creyeron en el Señor;
y Pedro se quedó mucho tiempo en Jope, viviendo con Simón, un curtidor
de pieles.
En Cesarea vivía un oficial del ejército romano llamado Cornelio, quien
era un capitán del regimiento italiano. Era un hombre devoto, temeroso
de Dios, igual que todos los de su casa. Daba generosamente a los pobres
y oraba a Dios con frecuencia. Una tarde, como a las tres, tuvo una visión
en la cual vio que un ángel de Dios se le acercaba.
—¡Cornelio! —dijo el ángel.
Cornelio lo miró fijamente, aterrorizado.
—¿Qué quieres, señor? —le preguntó al ángel.
Y el ángel contestó:
—¡Dios ha recibido tus oraciones y tus donativos a los pobres como una
ofrenda! Ahora pues, envía a algunos hombres a Jope y manda llamar a un
hombre llamado Simón Pedro. Él está hospedado con Simón, un curtidor
que vive cerca de la orilla del mar.
En cuanto el ángel se fue, Cornelio llamó a dos de los sirvientes de su
casa y a un soldado devoto, que era uno de sus asistentes personales. Les
contó lo que había ocurrido y los envió a Jope.
Al día siguiente, mientras los mensajeros de Cornelio se acercaban a la
ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era alrededor del mediodía, y tuvo
hambre; pero mientras preparaban la comida, cayó en un estado de éxtasis.
Vio los cielos abiertos y algo parecido a una sábana grande que bajaba por
sus cuatro puntas. En la sábana había toda clase de animales, reptiles y aves.
Luego una voz le dijo:
—Levántate, Pedro; mátalos y come de ellos.
—No, Señor —dijo Pedro—. Jamás he comido algo que nuestras leyes
judías declaren impuro e inmundo.
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