Inmersion Mesias - Flipbook - Página 514
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INMERSIÓN
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MESÍAS
15:1–16:6
Luego vi en el cielo otro maravilloso suceso de gran importancia. Siete
ángeles sostenían las últimas siete plagas, que completarían la ira de Dios.
Vi delante de mí algo que parecía un mar de cristal mezclado con fuego.
Sobre este mar estaban de pie todos los que habían vencido a la bestia, a
su estatua y al número que representa su nombre. Todos tenían arpas que
Dios les había dado y entonaban el canto de M
oisés, siervo de D
ios, y el
canto del C
ordero:
«Grandes y maravillosas son tus obras,
oh Señor Dios, el Todopoderoso.
Justos y verdaderos son tus caminos,
oh Rey de las naciones.
¿Quién no te temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Pues solo tú eres santo.
Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti,
porque tus obras de justicia han sido reveladas».
Luego miré y vi que se abría por completo el templo que está en el cielo,
el tabernáculo de Dios. Los siete ángeles que sostenían las siete plagas sa
lieron del templo. Estaban vestidos de un lino blanco sin mancha alguna y
tenían una banda de oro que cruzaba el pecho. Entonces uno de los cuatro
seres vivientes le entregó a cada uno de los siete ángeles una copa de oro
llena de la ira de Dios, quien vive por siempre y para siempre. El templo
se llenó del humo de la gloria y el poder de Dios. Nadie podía entrar en el
templo hasta que los siete ángeles terminaran de derramar las siete plagas.
Luego oí una voz potente que venía del templo y decía a los siete ánge
les: «Vayan y derramen sobre la t ierra las siete copas que contienen la ira
de Dios».
Así que el primer ángel salió del templo y derramó su copa sobre la
tierra, y a todos los que tenían la marca de la bestia y que adoraban a su
estatua les salieron horribles llagas malignas.
Después el segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y el agua se
volvió como la sangre de un cadáver, y murió todo lo que estaba en el mar.
Entonces el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y los manantia
les, y estos se convirtieron en sangre. Y oí que el ángel que tenía autoridad
sobre todas las aguas decía:
«Oh Santo, el que es y que siempre era, tú eres justo,
porque has enviado estos juicios.
Como derramaron la sangre
de tu pueblo santo y de tus profetas,
tú les has dado a beber sangre.
Es su justa recompensa».
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