Inmersion Mesias - Flipbook - Página 475
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Entonces los principales sacerdotes se opusieron y le dijeron a Pilato:
—Cambia la inscripción “El Rey de los judíos” por una que diga “Él
dijo: ‘Yo soy el Rey de los judíos’”.
—No —respondió Pilato—. Lo que he escrito, escrito está y así quedará.
Una vez que los soldados terminaron de crucificarlo, tomaron la ropa de
Jesús y la dividieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. También
tomaron la túnica, la cual no tenía costura y había sido tejida de arriba a
abajo en una sola pieza. Así que dijeron: «En lugar de rasgarla, tiremos los
dados para ver quién se la queda». Con eso se cumplió la Escritura que
dice: «Se repartieron mi vestimenta entre ellos y tiraron los dados por mi
ropa». Así que eso fue lo que hicieron.
Estaban de pie junto a la cruz la madre de Jesús, la hermana de su madre,
María la esposa de Cleofas y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su
madre al lado del discípulo que él amaba, le dijo: «Apreciada mujer, ahí
tienes a tu hijo». Y al discípulo le dijo: «Ahí tienes a tu madre». Y, a partir
de entonces, ese discípulo la llevó a vivir a su casa.
J esús sabía que su misión ya había terminado y, para cumplir las Escrituras,
dijo: «Tengo sed». Había allí una vasija de vino agrio, así que mojaron
una esponja en el vino, la pusieron en una rama de hisopo y la acercaron
a los labios de J esús. Después de probar el vino, J esús dijo: «¡Todo está
cumplido!». Entonces inclinó la cabeza y entregó su espíritu.
Era el día de preparación, y los líderes judíos no querían que los cuerpos
permanecieran allí colgados el día siguiente, que era el día de descanso
(y uno muy especial, porque era la semana de la Pascua). Entonces le pi
dieron a Pilato que mandara a quebrarles las piernas a los crucificados
para apresurarles la muerte. Así podrían bajar los cuerpos. Entonces los
soldados fueron y les quebraron las piernas a los dos hombres crucificados
con J esús. Cuando llegaron a J esús, vieron que ya estaba muerto, así que
no le quebraron las piernas. Sin embargo, uno de los soldados le atravesó
el costado con una lanza y, de inmediato, salió sangre y agua. (La informa
ción anterior proviene de un testigo ocular que presenta un relato fiel. Él
dice la verdad para que ustedes también continúen creyendo). Esas cosas
sucedieron para que se cumplieran las Escrituras que dicen: «Ni uno de
sus huesos será quebrado» y «Mirarán al que atravesaron».
Más tarde, José de Arimatea, quien había sido un discípulo secreto de Jesús
(por temor a los líderes judíos), pidió permiso a Pilato para bajar el cuerpo
de Jesús. Cuando Pilato concedió el permiso, José fue a buscar el cuerpo
y se lo llevó. Lo acompañó Nicodemo, el hombre que había ido a ver a
Jesús de noche. Llevó consigo unos treinta y tres kilos de ungüento per
fumado, una mezcla de mirra y áloe. De acuerdo con la costumbre de los
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