Inmersion Mesias - Flipbook - Página 461
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—Señor, ven a verlo.
Entonces Jesús lloró. La gente que estaba cerca dijo: «¡Miren cuánto
lo amaba!». Pero otros decían: «Este hombre sanó a un ciego. ¿Acaso no
podía impedir que Lázaro muriera?».
Jesús todavía estaba enojado cuando llegó a la tumba, una cueva con una
piedra que tapaba la entrada. «
Corran la piedra a un lado», les dijo J esús.
Entonces Marta, la hermana del muerto, protestó:
—Señor, hace cuatro días que murió. Debe haber un olor espantoso.
Jesús respondió:
—¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?
Así que corrieron la piedra a un lado. Entonces J esús miró al cielo y dijo:
«Padre, gracias por haberme oído. Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz
alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me
enviaste». Entonces Jesús gritó: «¡Lázaro, sal de ahí!». Y el muerto salió
de la tumba con las manos y los pies envueltos con vendas de entierro y
la cabeza enrollada en un lienzo. J esús les dijo: «¡Quítenle las vendas y
déjenlo ir!».
Al ver lo que sucedió, muchos de entre la gente que estaba con María cre
yeron en J esús; pero otros fueron a ver a los fariseos para contarles lo que
Jesús había hecho. Entonces, los principales sacerdotes y los fariseos con
vocaron al Concilio Supremo. «¿Qué vamos a hacer? —se preguntaron
unos a otros—. Sin duda, ese hombre realiza muchas señales milagrosas.
Si lo dejamos seguir así, dentro de poco todos van a creer en él. Entonces,
el ejército romano vendrá y destruirá tanto nuestro templo como nuestra
nación».
Caifás, quien era el sumo sacerdote en aquel tiempo, dijo: «¡No saben
de qué están hablando! No se dan cuenta de que es mejor para ustedes
que muera un solo hombre por el pueblo, y no que la nación entera sea
destruida».
No dijo eso por su propia cuenta; como sumo sacerdote en aquel
tiempo, fue guiado a profetizar que Jesús moriría por toda la nación. Y
no solo por esa nación, sino que también moriría para congregar y unir a
todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.
Así que, a partir de ese momento, los líderes judíos comenzaron a cons
pirar para matar a Jesús. Como resultado, Jesús detuvo su ministerio pú
blico entre la gente y salió de Jerusalén. Fue a un lugar cercano al desierto,
a la aldea de Efraín, y se quedó allí con sus discípulos.
Ya faltaba poco para la celebración de la Pascua judía, y mucha gente de
todo el país llegó a Jerusalén varios días antes para participar en la ceremo
nia de purificación previa al comienzo de la Pascua. Seguían buscando a
Jesús, pero mientras estaban en el templo, se decían unos a otros: «¿Qué
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