Inmersion Mesias - Flipbook - Página 451
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Entonces, en la mitad del festival, Jesús subió al templo y comenzó a
enseñar. Los presentes quedaron maravillados al oírlo. Se preguntaban:
«¿Cómo es que sabe tanto sin haber estudiado?».
Así que Jesús les dijo:
—Mi mensaje no es mío sino que proviene de Dios, quien me envió.
Todo el que quiera hacer la voluntad de D
ios sabrá si lo que enseño pro
viene de Dios o solo hablo por mi propia cuenta. Los que hablan por su
propia cuenta buscan su propia gloria, pero el que busca honrar a quien
lo envió, habla con la verdad, no con mentiras. M
oisés les dio la ley, ¡pero
ninguno de ustedes la cumple! De hecho, tratan de matarme.
—¡Estás endemoniado! —respondió la multitud—. ¿Quién trata de
matarte?
Jesús contestó:
—Yo hice un milagro en el día de descanso, y ustedes se asombraron;
pero ustedes también trabajan en el día de descanso al obedecer la ley
de la circuncisión dada por M
oisés. (En realidad, la costumbre de la cir
cuncisión comenzó con los patriarcas, mucho antes de la ley de M
oisés).
Pues, si el tiempo indicado para circuncidar a un hijo coincide con el día
de descanso, ustedes igual realizan el acto, para no violar la ley de M
oisés.
Entonces, ¿por qué se enojan conmigo por sanar a un hombre en el día de
descanso? Miren más allá de la superficie, para poder juzgar correctamente.
Algunos de los que vivían en Jerusalén comenzaron a preguntarse unos
a otros: «¿No es ese el hombre a quien procuran matar? Sin embargo, está
aquí hablando en público, y nadie le dice nada. ¿Será que nuestros líderes
ahora creen que es el Mesías? ¿Pero cómo podría serlo? Nosotros sabemos
de dónde proviene este hombre. Cuando venga el M
esías, sencillamente
aparecerá; y nadie sabrá de dónde proviene».
Mientras Jesús enseñaba en el templo, exclamó: «Es cierto, ustedes me
conocen y saben de dónde provengo, pero no estoy aquí por mi propia
cuenta. El que me envió es veraz, y ustedes no lo conocen; pero yo sí lo
conozco porque provengo de él, y él me envió a ustedes». Entonces los
líderes trataron de arrestarlo, pero nadie le puso las manos encima, porque
aún no había llegado su momento.
De las multitudes presentes en el templo, muchos creyeron en él. «Des
pués de todo —decían—, ¿acaso esperan que el Mesías haga más señales
milagrosas que las que hizo este hombre?».
Cuando los fariseos se enteraron de lo que las multitudes andaban mur
murando, ellos y los principales sacerdotes enviaron guardias del templo
para arrestar a Jesús. Entonces Jesús les dijo: «Voy a estar con ustedes solo
un poco más de tiempo, luego volveré al que me envió. Ustedes me busca
rán pero no me encontrarán; y no pueden ir adonde yo voy».
Desconcertados por esas palabras, los líderes judíos se preguntaban:
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