Inmersion Mesias - Flipbook - Página 445
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J u an
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de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que se dirigiera a Capernaúm para
sanar a su hijo, quien estaba al borde de la muerte.
Jesús le preguntó:
—¿Acaso nunca van a creer en mí a menos que vean señales milagrosas
y maravillas?
—Señor, por favor —suplicó el funcionario—, ven ahora mismo, antes
de que mi hijito se muera.
Entonces Jesús le dijo:
—Vuelve a tu casa. ¡Tu hijo vivirá!
Y el hombre creyó lo que Jesús le dijo y emprendió el regreso a su casa.
Mientras el funcionario iba en camino, algunos de sus sirvientes salieron
a su encuentro con la noticia de que su hijo estaba vivo y sano. Él les pre
guntó a qué hora el niño había comenzado a mejorar, y ellos le contesta
ron: «Ayer, a la una de la tarde, ¡la fiebre de pronto se le fue!». Entonces el
padre se dio cuenta de que la sanidad había ocurrido en el mismo instante
en que J esús le había dicho: «Tu hijo vivirá». Y tanto él como todos los
de su casa creyeron en Jesús. Esa fue la segunda señal milagrosa que hizo
Jesús en Galilea al volver de Judea.
Después J esús regresó a Jerusalén para la celebración de uno de los días sa
grados de los judíos. Dentro de la ciudad, cerca de la puerta de las Ovejas,
se encontraba el estanque de Betesda, que tenía cinco pórticos cubiertos.
Una multitud de enfermos —ciegos, cojos, paralíticos— estaban tendi
dos en los pórticos. Uno de ellos era un hombre que hacía treinta y ocho
años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio y supo que hacía tanto que
padecía la enfermedad, le preguntó:
—¿Te gustaría recuperar la salud?
—Es que no puedo, señor —contestó el enfermo—, porque no tengo a
nadie que me meta en el estanque cuando se agita el agua. Siempre alguien
llega antes que yo.
Jesús le dijo:
—¡Ponte de pie, toma tu camilla y anda!
¡Al instante, el hombre quedó sano! Enrolló la camilla, ¡y comenzó a
caminar! Pero ese milagro sucedió el día de descanso, así que los líderes
judíos protestaron. Le dijeron al hombre que había sido sanado:
—¡No puedes trabajar el día de descanso! ¡La ley no te permite cargar
esa camilla!
Pero él respondió:
—El hombre que me sanó me dijo: “Toma tu camilla y anda”.
—¿Quién te dijo semejante cosa? —le exigieron.
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