Inmersion Mesias - Flipbook - Página 401
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M ateo
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Algunos de los soldados del gobernador llevaron a Jesús al cuartel y lla
maron a todo el regimiento. Le quitaron la ropa y le pusieron un manto
escarlata. Armaron una corona con ramas de espinos y se la pusieron en la
cabeza y le colocaron una caña de junco en la mano derecha como si fuera
un cetro. Luego se arrodillaron burlonamente delante de él mientras se
mofaban: «¡Viva el rey de los judíos!». Lo escupieron, le quitaron la caña
de junco y lo golpearon en la cabeza con ella. Cuando al fin se cansaron de
hacerle burla, le quitaron el manto y volvieron a ponerle su propia ropa.
Luego lo llevaron para crucificarlo.
En el camino, se encontraron con un hombre llamado Simón, quien era
de Cirene, y los soldados lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Salieron a
un lugar llamado Gólgota (que significa «
Lugar de la Calavera»). Los
soldados le dieron a J esús vino mezclado con hiel amarga, pero cuando la
probó, se negó a beberla.
Después de clavarlo en la cruz, los soldados sortearon su ropa tirando
los dados. Luego se sentaron alrededor e hicieron guardia mientras él es
taba colgado allí. Encima de la cabeza de Jesús, colocaron un letrero, que
anunciaba el cargo en su contra. Decía: «Este es Jesús, el Rey de los ju
díos». Con él crucificaron a dos revolucionarios, uno a su derecha y otro
a su izquierda.
La gente que pasaba por allí gritaba insultos y movía la cabeza en forma
burlona. «¡Pero mírate ahora! —le gritaban—. Dijiste que ibas a destruir
el templo y a reconstruirlo en tres días. Muy bien, si eres el H
ijo de D
ios,
sálvate a ti mismo y bájate de la cruz».
Los principales sacerdotes, los maestros de la ley religiosa y los ancianos
también se burlaban de J esús. «Salvó a otros —se mofaban—, ¡pero no
puede salvarse a sí mismo! Con que es el Rey de Israel, ¿no? ¡Que baje de
la cruz ahora mismo y creeremos en él! Confió en Dios, entonces, ¡que
Dios lo rescate ahora si lo quiere! Pues dijo: “Soy el Hijo de Dios”». Hasta
los revolucionarios que estaban crucificados con Jesús se burlaban de él
de la misma manera.
Al mediodía, la t ierra se llenó de oscuridad hasta las tres de la tarde. A
eso de las tres de la tarde, J esús clamó en voz fuerte: «Eli, Eli, ¿lema sabactani?», que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
Algunos que pasaban por allí entendieron mal y pensaron que estaba
llamando al profeta Elías. Uno de ellos c orrió y empapó una esponja en
vino agrio, la puso sobre una caña de junco y la levantó para que pudiera
beber. Pero los demás dijeron: «¡Espera! A ver si Elías viene a salvarlo».
Entonces Jesús volvió a gritar y entregó su espíritu. En ese momento,
la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
La tierra tembló, las rocas se partieron en dos, y las tumbas se abrie
ron. Los cuerpos de muchos hombres y mujeres justos que habían
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