Inmersion Mesias - Flipbook - Página 400
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INMERSIÓN
•
MESÍAS
27:10-26
y compraron el campo del alfarero,
como indicó el Señor».
Jesús se encontraba frente a Pilato, el gobernador romano.
—¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó el gobernador.
—Tú lo has dicho —contestó J esús.
Entonces, cuando los principales sacerdotes y los ancianos presentaron
sus acusaciones contra él, Jesús guardó silencio.
—¿No oyes todas las acusaciones que presentan en tu contra? —le pre
guntó Pilato.
Para sorpresa del gobernador, Jesús no respondió a ninguno de esos
cargos.
Ahora bien, era costumbre del gobernador cada año, durante la cele
bración de la Pascua, poner en libertad a un preso —el que la gente qui
siera— y entregarlo a la multitud. Ese año, había un preso de mala fama,
un hombre llamado Barrabás. Al reunirse la multitud frente a la casa de
Pilato aquella mañana, él les preguntó: «¿A quién quieren que ponga en
libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?». (Él sabía muy bien que
los líderes religiosos judíos habían arrestado a Jesús por envidia).
Justo en ese momento, cuando Pilato estaba sentado en el tribunal, su
esposa le envió el siguiente mensaje: «Deja en paz a ese hombre inocente.
Anoche sufrí una pesadilla terrible con respecto a él».
Mientras tanto, los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron
a la multitud para que pidiera la libertad de Barrabás y que se ejecutara a
Jesús. Así que el gobernador volvió a preguntar:
—¿A cuál de estos dos quieren que les deje en libertad?
—¡A Barrabás! —contestó la multitud a gritos.
—Entonces, ¿qué hago con Jesús, llamado el Mesías? —preguntó Pilato.
—¡Crucifícalo! —le contestaron a gritos.
—¿Por qué? —insistió Pilato—. ¿Qué crimen ha cometido?
Pero la turba rugió aún más fuerte:
—¡Crucifícalo!
Pilato vio que no lograba nada y que se armaba un disturbio. Así que
mandó a buscar un recipiente con agua y se lavó las manos delante de la
multitud a la vez que decía:
—Soy inocente de la sangre de este hombre. La responsabilidad es de
ustedes.
Y la gente respondió a gritos:
—¡Nos haremos responsables de su muerte, nosotros y nuestros hijos!
Así fue que Pilato dejó a Barrabás en libertad. Mandó azotar a J esús con
un látigo que tenía puntas de plomo, y después lo entregó a los soldados
romanos para que lo crucificaran.
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