Inmersion Mesias - Flipbook - Página 399
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M ateo
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Algunos le daban bofetadas y se burlaban: «¡Profetízanos, Mesías! ¿Quién
te golpeó esta vez?».
Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera en el patio. Una sirvienta se
acercó y le dijo:
—Tú eras uno de los que estaban con Jesús, el galileo.
Pero Pedro lo negó frente a todos.
—No sé de qué hablas —le dijo.
Más tarde, cerca de la puerta, lo vio otra sirvienta, quien les dijo a los que
estaban por ahí: «Este hombre estaba con Jesús de Nazaret».
Nuevamente, Pedro lo negó, esta vez con un juramento. «Ni siquiera
conozco al hombre», dijo.
Un poco más tarde, algunos de los otros que estaban allí se acercaron a
Pedro y dijeron:
—Seguro que tú eres uno de ellos; nos damos cuenta por el acento ga
lileo que tienes.
Pedro juró:
—¡Que me caiga una maldición si les miento! ¡No conozco al hombre!
Inmediatamente, el gallo cantó.
De repente, las palabras de Jesús pasaron rápidamente por la mente de
Pedro: «Antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces».
Y Pedro salió llorando amargamente.
Muy temprano por la mañana, los principales sacerdotes y los ancianos
del pueblo se juntaron nuevamente para tramar de qué manera ejecutar
a Jesús. Luego, lo ataron, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gober
nador romano.
Cuando Judas, quien lo había traicionado, se dio cuenta de que habían
condenado a muerte a J esús, se llenó de remordimiento. Así que devolvió
las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos.
—He pecado —declaró—, porque traicioné a un hombre inocente.
—¿Qué nos importa? —contestaron—. Ese es tu problema.
Entonces Judas tiró las monedas de plata en el templo, salió y se ahorcó.
Los principales sacerdotes recogieron las monedas. «No sería correcto
poner este dinero en el tesoro del templo —dijeron—, ya que se usó para
pagar un asesinato». Luego de discutir unos instantes, finalmente deci
dieron comprar el campo del alfarero y convertirlo en un cementerio para
extranjeros. Por eso todavía se llama el Campo de Sangre. Así se cumplió
la profecía de Jeremías que dice:
«Tomaron las treinta piezas de plata
—el precio que el pueblo de Israel le puso a él—
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