Inmersion Mesias - Flipbook - Página 379
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M ateo
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—¿Qué te parece, Pedro? Los reyes, ¿cobran impuestos a su propia
gente o a la gente que han conquistado?
—Se los cobran a los que han conquistado —contestó Pedro.
—Muy bien —dijo Jesús—, entonces, ¡los ciudadanos quedan exentos!
Sin embargo, no queremos que se ofendan, así que desciende al lago y echa
el anzuelo. Abre la boca del primer pez que saques y allí encontrarás una
gran moneda de plata. Tómala y paga mi impuesto y el tuyo.
Por ese tiempo, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
—¿Quién es el más importante en el reino del cielo?
Jesús llamó a un niño pequeño y lo puso en medio de ellos. Entonces
dijo:
—Les digo la verdad, a menos que se aparten de sus pecados y se vuel
van como niños, nunca entrarán en el reino del cielo. Así que el que se
vuelva tan humilde como este pequeño es el más importante en el reino
del cielo.
»Todo el que recibe de mi parte a un niño pequeño como este, me re
cibe a mí; pero si hacen que uno de estos pequeños que confía en mí caiga
en pecado, sería mejor para ustedes que se aten una gran piedra de molino
alrededor del cuello y se ahoguen en las profundidades del mar.
»¡Qué aflicción le espera al mundo, porque tienta a la gente a pecar! Las
tentaciones son inevitables, ¡pero qué aflicción le espera al que provoca la
tentación! Por lo tanto, si tu mano o tu pie te hace pecar, córtatelo y tíralo.
Es preferible entrar en la vida eterna con una sola mano o un solo pie que
ser arrojado al fuego eterno con las dos manos y los dos pies. Y si tu ojo te
hace pecar, sácatelo y tíralo. Es preferible entrar en la vida eterna con un
solo ojo que tener los dos ojos y ser arrojado al fuego del infierno.
»Cuidado con despreciar a cualquiera de estos pequeños. Les digo que,
en el cielo, sus ángeles siempre están en la presencia de mi Padre celestial.
»Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se extravía, ¿qué hará?
¿No dejará las otras noventa y nueve en las colinas y saldrá a buscar la
perdida? Si la encuentra, les digo la verdad, se alegrará más por esa que
por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, no es
la voluntad de mi Padre celestial que ni siquiera uno de estos pequeñitos
perezca.
»Si un creyente peca contra ti, háblale en privado y hazle ver su falta. Si
te escucha y confiesa el pecado, has recuperado a esa persona; pero si no
te hace caso, toma a uno o dos más contigo y vuelve a hablarle, para que
los dos o tres testigos puedan confirmar todo lo que digas. Si aun así la
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