Inmersion Mesias - Flipbook - Página 378
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INMERSIÓN
•
MESÍAS
17:8-25
tengan miedo». Cuando levantaron la vista, M
oisés y Elías habían desa
parecido, y vieron solo a Jesús.
Mientras descendían de la montaña, J esús les ordenó: «No le cuenten
a nadie lo que han visto hasta que el H
ijo del H
ombre se haya levantado
de los muertos».
Luego sus discípulos le preguntaron:
—¿Por qué los maestros de la ley religiosa insisten en que Elías debe
regresar antes de que venga el Mesías?
Jesús contestó:
—Es cierto que Elías viene primero a fin de dejar todo preparado. Pero
les digo, Elías ya vino, pero no fue reconocido y ellos prefirieron maltra
tarlo. De la misma manera, también harán sufrir al Hijo del H
ombre.
Entonces los discípulos se dieron cuenta de que hablaba de Juan el
Bautista.
Al pie del monte, les esperaba una gran multitud. Un hombre vino y se
arrodilló delante de J esús y le dijo: «
Señor, ten misericordia de mi hijo.
Le dan ataques y sufre terriblemente. A menudo cae al fuego o al agua. Así
que lo llevé a tus discípulos, pero no pudieron sanarlo».
Jesús dijo: «¡Gente corrupta y sin fe! ¿Hasta cuándo tendré que estar
con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme aquí al
muchacho». Entonces J esús reprendió al demonio, y el demonio salió del
joven. A partir de ese momento, el muchacho estuvo bien.
Más tarde, los discípulos le preguntaron a Jesús en privado:
—¿Por qué nosotros no pudimos expulsar el demonio?
—Ustedes no tienen la fe suficiente —les dijo Jesús—. Les digo la ver
dad, si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mos
taza, podrían decirle a esta montaña: “Muévete de aquí hasta allá”, y la
montaña se movería. Nada sería imposible.
Luego, cuando volvieron a reunirse en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo
del Hombre será traicionado y entregado en manos de sus enemigos. Lo
matarán, pero al tercer día se levantará de los muertos». Y los discípulos
se llenaron de profundo dolor.
Cuando llegaron a Capernaúm, los cobradores del impuesto del templo se
acercaron a Pedro y le preguntaron:
—¿Tu maestro no paga el impuesto del templo?
—Sí, lo paga —contestó Pedro.
Luego entró en la casa, pero antes de tener oportunidad de hablar, Jesús
le preguntó:
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