Inmersion Mesias - Flipbook - Página 373
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M ateo
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siguieron a pie desde muchas ciudades. Cuando Jesús bajó de la barca, vio
a la gran multitud, tuvo compasión de ellos y sanó a los enfermos.
Esa tarde, los discípulos se le acercaron y le dijeron:
—Este es un lugar alejado y ya se está haciendo tarde. Despide a las
multitudes para que puedan ir a las aldeas a comprarse comida.
Jesús les dijo:
—Eso no es necesario; denles ustedes de comer.
—¡Pero lo único que tenemos son cinco panes y dos pescados! —le
respondieron.
—Tráiganlos aquí —dijo J esús.
Luego le dijo a la gente que se sentara sobre la hierba. J esús tomó los
cinco panes y los dos pescados, miró hacia el cielo y los bendijo. Después
partió los panes en trozos y se los dio a sus discípulos, quienes los distri
buyeron entre la gente. Todos comieron cuanto quisieron, y después los
discípulos juntaron doce canastas con lo que sobró. Aquel día, ¡unos cinco
mil hombres se alimentaron, además de las mujeres y los niños!
Inmediatamente después, Jesús insistió en que los discípulos regresaran
a la barca y cruzaran al otro lado del lago mientras él enviaba a la gente a
casa. Después de despedir a la gente, subió a las colinas para orar a solas.
Mientras estaba allí solo, cayó la noche.
Mientras tanto, los discípulos se encontraban en problemas lejos de
tierra firme, ya que se había levantado un fuerte viento y luchaban con
tra grandes olas. A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a
ellos caminando sobre el agua. Cuando los discípulos lo vieron caminar
sobre el agua, quedaron aterrados. Llenos de miedo, clamaron: «¡Es un
fantasma!».
Pero J esús les habló de inmediato:
—No tengan miedo —dijo—. ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí!
Entonces Pedro lo llamó:
—Señor, si realmente eres tú, ordéname que vaya hacia ti caminando
sobre el agua.
—Sí, ven —dijo Jesús.
Entonces Pedro se bajó por el costado de la barca y caminó sobre el
agua hacia J esús, pero cuando vio el fuerte viento y las olas, se aterrorizó
y comenzó a hundirse.
—¡Sálvame, Señor! —gritó.
De inmediato, Jesús extendió la mano y lo agarró.
—Tienes tan poca fe —le dijo Jesús—. ¿Por qué dudaste de mí?
Cuando subieron de nuevo a la barca, el viento se detuvo. Entonces los
discípulos lo adoraron. «¡De verdad eres el Hijo de Dios!», exclamaron.
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