Inmersion Mesias - Flipbook - Página 359
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M ateo
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autoridad sobre mis soldados. Solo tengo que decir: “Vayan”, y ellos van, o:
“Vengan”, y ellos vienen. Y si les digo a mis esclavos: “Hagan esto”, lo hacen.
Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a los que lo seguían y dijo:
«Les digo la verdad, ¡no he visto una fe como esta en todo Israel! Y les digo
que muchos gentiles vendrán de todas partes del mundo —del oriente
y del occidente— y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en la fiesta
del reino del cielo. Pero muchos israelitas —para quienes se preparó el
reino— serán arrojados a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y
rechinar de dientes».
Entonces Jesús le dijo al oficial romano: «Vuelve a tu casa. Debido a que
creíste, ha sucedido». Y el joven siervo quedó sano en esa misma hora.
Cuando J esús llegó a la casa de Pedro, la suegra de Pedro estaba enferma en
cama con mucha fiebre. J esús le tocó la mano, y la fiebre se fue. Entonces
ella se levantó y le preparó una comida.
Aquella noche, le llevaron a Jesús muchos endemoniados. Él expulsó a
los espíritus malignos con una simple orden y sanó a todos los enfermos.
Así se cumplió la palabra del Señor por medio del profeta Isaías, quien
dijo:
«Se llevó nuestras enfermedades
y quitó nuestras dolencias».
Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba, dio instrucciones a sus
discípulos de que cruzaran al otro lado del lago.
Entonces uno de los maestros de la ley religiosa le dijo:
—Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
Jesús le respondió:
—Los zorros tienen cuevas donde vivir y los pájaros tienen nidos, pero
el Hijo del H
ombre no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza.
Otro de sus discípulos dijo:
—Señor, deja que primero regrese a casa y entierre a mi padre.
Jesús le dijo:
—Sígueme ahora. Deja que los muertos espirituales entierren a sus pro
pios muertos.
Luego Jesús entró en la barca y comenzó a cruzar el lago con sus discí
pulos. De repente, se desató sobre el lago una fuerte tormenta, con olas
que entraban en el barco; pero Jesús dormía. Los discípulos fueron a
despertarlo:
—Señor, ¡sálvanos! ¡Nos vamos a ahogar! —gritaron.
—¿Por qué tienen miedo? —preguntó Jesús—. ¡Tienen tan poca fe!
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