Inmersion Mesias - Flipbook - Página 218
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INMERSIÓN
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MESÍAS
9:3-20
dolor por mi pueblo, mis hermanos judíos. Yo estaría dispuesto a vivir bajo
maldición para siempre —¡separado de Cristo!— si eso pudiera salvarlos.
Ellos son el pueblo de Israel, elegidos para ser los hijos adoptivos de Dios.
Él les reveló su gloria, hizo pactos con ellos y les entregó su ley. Les dio el
privilegio de adorarlo y de recibir sus promesas maravillosas. Abraham,
Isaac y Jacob son los antepasados de los israelitas, y Cristo mismo era is
raelita en cuanto a su naturaleza humana. Y él es D
ios, el que reina sobre
todas las cosas, ¡y es digno de eterna alabanza! Amén.
Ahora bien, ¿acaso D
ios no cumplió su promesa a I srael? ¡No, porque
no todos los que nacen en la nación de Israel son en verdad miembros del
pueblo de D
ios! Ser descendientes de Abraham no los hace verdaderos
hijos de Abraham, pues las Escrituras dicen: «Isaac es el hijo mediante el
cual procederán tus descendientes», aunque Abraham también tuvo otros
hijos. Eso significa que no todos los descendientes naturales de Abraham
son necesariamente hijos de D
ios. Solo los hijos de la promesa son consi
derados hijos de Abraham; pues Dios había prometido: «Volveré dentro
de un año, y Sara tendrá un hijo».
Ese hijo fue nuestro antepasado Isaac. Cuando se casó con Rebeca, ella
dio a luz mellizos. Sin embargo, antes de que nacieran, antes de que pudie
ran hacer algo bueno o malo, ella recibió un mensaje de D
ios. (Este men
saje demuestra que Dios elige a la gente según sus propósitos; él llama a las
personas, pero no según las buenas o malas acciones que hayan hecho). Se
le dijo: «Tu hijo mayor servirá a tu hijo menor». Como dicen las Escritu
ras: «Amé a Jacob, pero rechacé a Esaú».
¿Estamos diciendo, entonces, que Dios fue injusto? ¡Por supuesto que no!
Pues Dios le dijo a Moisés:
«Tendré misericordia de quien yo quiera
y mostraré compasión con quien yo quiera».
Por lo tanto, es D
ios quien decide tener misericordia. No depende de
nuestro deseo ni de nuestro esfuerzo.
Pues las Escrituras cuentan que Dios le dijo al faraón: «Te he designado
con el propósito específico de exhibir mi poder en ti y dar a conocer mi
fama por toda la tierra». Así que, como ven, Dios decide tener misericor
dia de algunos y también decide endurecer el corazón de otros para que
se nieguen a escuchar.
Ahora bien, ustedes podrían decir: «¿Por qué D
ios culpa a las personas
por no responder? ¿Acaso no hicieron sencillamente lo que él les exige
que hagan?».
No, no digan eso. ¿Quién eres tú, simple ser humano, para discutir con
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