Inmersion Mesias - Flipbook - Página 214
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INMERSIÓN
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MESÍAS
6:19–7:11
Uso la ilustración de la esclavitud para ayudarlos a entender todo esto,
porque la naturaleza humana de ustedes es débil. En el pasado, se dejaron
esclavizar por la impureza y el desenfreno, lo cual los hundió aún más en
el pecado. Ahora deben entregarse como esclavos a la vida recta para llegar
a ser santos.
Cuando eran esclavos del pecado, estaban libres de la obligación de
hacer lo c orrecto. ¿Y cuál fue la consecuencia? Que ahora están avergon
zados de las cosas que solían hacer, cosas que terminan en la condenación
eterna; pero ahora quedaron libres del poder del pecado y se han hecho
esclavos de Dios. Ahora hacen las cosas que llevan a la santidad y que
dan como resultado la vida eterna. Pues la paga que deja el pecado es la
muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo
Jesús nuestro Señor.
Ahora bien, amados hermanos, ustedes que conocen la ley, ¿no saben
que la ley se aplica solo mientras una persona está viva? Por ejemplo,
cuando una mujer se casa, la ley la une a su marido mientras él viva; pero
si él muere, las leyes del matrimonio ya no se aplican a ella. Así que mien
tras su marido viva, ella cometería adulterio si se casara con otro hombre;
pero si el esposo muere, ella queda libre de esa ley y no comete adulterio
cuando se casa de nuevo.
Por lo tanto, mis amados hermanos, la cuestión es la siguiente: ustedes
murieron al poder de la ley cuando murieron con Cristo y ahora están
unidos a aquel que fue levantado de los muertos. Como resultado, po
demos producir una cosecha de buenas acciones para D
ios. Cuando vi
víamos controlados por nuestra vieja naturaleza, los deseos pecaminosos
actuaban dentro de nosotros y la ley despertaba esos malos deseos que
producían una cosecha de acciones pecaminosas, las cuales nos llevaban a
la muerte. Pero ahora fuimos liberados de la ley, porque morimos a ella y
ya no estamos presos de su poder. Ahora podemos servir a Dios, no según
el antiguo modo —que consistía en obedecer la letra de la ley— sino me
diante uno nuevo, el de vivir en el Espíritu.
Ahora bien, ¿acaso sugiero que la ley de Dios es pecaminosa? ¡De nin
guna manera! De hecho, fue la ley la que me mostró mi pecado. Yo nunca
hubiera sabido que codiciar es malo si la ley no dijera: «No codicies».
¡Pero el pecado usó ese mandamiento para despertar toda clase de de
seos codiciosos dentro de mí! Si no existiera la ley, el pecado no tendría
ese poder. Hubo un tiempo en que viví sin entender la ley. Sin embargo,
cuando aprendí, por ejemplo, el mandamiento de no codiciar, el poder del
pecado cobró vida y yo morí. Entonces me di cuenta de que los mandatos
de la ley —que supuestamente traían vida— trajeron, en cambio, muerte
espiritual. El pecado se aprovechó de esos mandatos y me engañó; usó los
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