Inmersion Mesias - Flipbook - Página 20
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INMERSIÓN
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MESÍAS
2:25-47
En ese tiempo, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era justo
y devoto, y esperaba con anhelo que llegara el Mesías y rescatara a Israel.
El E
spíritu S anto estaba sobre él y le había revelado que no moriría sin
antes ver al M
esías del S eñor. Ese día, el E
spíritu lo guió al templo. De
manera que, cuando María y José llegaron para presentar al bebé J esús ante
el Señor como exigía la ley, Simeón estaba allí. Tomó al niño en sus brazos
y alabó a D
ios diciendo:
«Señor Soberano, permite ahora que tu siervo muera en paz,
como prometiste.
He visto tu salvación,
la que preparaste para toda la gente.
Él es una luz para revelar a Dios a las naciones,
¡y es la gloria de tu pueblo Israel!».
Los padres de J esús estaban asombrados de lo que se decía de él. Enton
ces Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la madre del bebé: «Este
niño está destinado a provocar la caída de muchos en I srael, y también el as
censo de muchos otros. Fue enviado como una señal de Dios, pero muchos
se le opondrán. Como resultado, saldrán a la luz los pensamientos más pro
fundos de muchos corazones, y una espada atravesará tu propia alma».
En el templo también estaba Ana, una profetisa muy anciana, hija de
Fanuel, de la tribu de Aser. Su esposo había muerto cuando solo lleva
ban siete años de casados. Después ella vivió como viuda hasta la edad de
ochenta y cuatro años. Nunca salía del templo, sino que permanecía allí de
día y de noche adorando a Dios en ayuno y oración. Llegó justo en el mo
mento que Simeón hablaba con María y José, y comenzó a alabar a Dios.
Habló del niño a todos los que esperaban que Dios rescatara a Jerusalén.
Una vez que los padres de Jesús cumplieron con todas las exigencias
de la ley del S eñor, regresaron a su casa en Nazaret de Galilea. Allí el niño
crecía sano y fuerte. Estaba lleno de sabiduría, y el favor de Dios estaba
sobre él.
Cada año, los padres de J esús iban a Jerusalén para el festival de la Pascua.
Cuando Jesús tenía doce años, asistieron al festival como siempre. Una vez
terminada la celebración, emprendieron el regreso a Nazaret, pero Jesús se
quedó en Jerusalén. Al principio, sus padres no se dieron cuenta, porque
creyeron que estaba entre los otros viajeros; pero cuando se hizo de noche
y no aparecía, comenzaron a buscarlo entre sus parientes y amigos.
Como no pudieron encontrarlo, regresaron a Jerusalén para buscarlo
allí. Tres días después, por fin lo encontraron en el templo, sentado entre
los maestros religiosos, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los
que lo oían quedaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas.
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