Inmersion Mesias - Flipbook - Página 197
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anularse cuatrocientos treinta años más tarde —cuando Dios le dio la ley
a Moisés—, porque Dios estaría rompiendo su promesa. Pues, si fuera
posible recibir la herencia por cumplir la ley, entonces esa herencia ya no
sería el resultado de aceptar la promesa de D
ios; pero Dios, por su gracia,
se la concedió a Abraham mediante una promesa.
Entonces, ¿para qué se entregó la ley? Fue añadida a la promesa para
mostrarle a la gente sus pecados, pero la intención era que la ley durara
solo hasta la llegada del hijo prometido. Por medio de ángeles, D
ios en
tregó su ley a Moisés, quien hizo de mediador entre Dios y el pueblo.
Ahora bien, un mediador es de ayuda si dos o más partes tienen que llegar
a un acuerdo, pero Dios —quien es uno solo— no usó ningún mediador
cuando le dio la promesa a Abraham.
¿Hay algún conflicto, entonces, entre la ley de Dios y las promesas de
Dios? ¡De ninguna manera! Si la ley pudiera darnos vida nueva, nosotros
podríamos hacernos justos ante Dios por obedecerla; pero las Escrituras
declaran que todos somos prisioneros del pecado, así que recibimos la
promesa de libertad que Dios hizo únicamente por creer en Jesucristo.
Antes de que se nos abriera el camino de la fe en Cristo, estábamos vigi
lados por la ley. Nos mantuvo en custodia protectora, por así decirlo, hasta
que fuera revelado el camino de la fe.
Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino C
risto;
nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por medio de la
fe. Y ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley
sea nuestra tutora.
Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo J esús. Y todos
los que fueron unidos a C
risto en el bautismo se han puesto a C
risto como
si se pusieran ropa nueva. Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hom
bre ni mujer, porque todos ustedes son uno en C
risto J esús. Y ahora que
pertenecen a C
risto, son verdaderos hijos de Abraham. Son sus herederos,
y la promesa de Dios a Abraham les pertenece a ustedes.
Piénsenlo de la siguiente manera: si un padre muere y deja una heren
cia a sus hijos pequeños, esos niños no están en mejor situación que los
esclavos hasta que se hagan mayores de edad, aunque son los verdaderos
dueños de todas las posesiones de su padre. Tienen que obedecer a sus
tutores hasta que cumplan la edad establecida por su padre. Eso mismo
sucedía con nosotros antes de que viniera Cristo. Éramos como niños;
éramos esclavos de los principios espirituales básicos de este mundo.
Sin embargo, cuando se cumplió el tiempo establecido, D
ios envió a su
Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. Dios lo envió para que comprara
la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptar
nos como sus propios hijos; y debido a que somos sus hijos, Dios envió
al E
spíritu de su H
ijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar
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