Inmersion Mesias - Flipbook - Página 187
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Pero seguiré haciendo lo que siempre he hecho. Esto debilitará los ar
gumentos de aquellos que andan buscando la oportunidad para jactarse
de que su trabajo es igual al nuestro. Estos individuos son falsos apóstoles.
Son obreros engañosos que se disfrazan de apóstoles de C
risto. ¡Pero no
me sorprende para nada! Aun Satanás se disfraza de ángel de luz. Así que
no es de sorprenderse que los que lo sirven también se disfracen de sier
vos de la justicia. Al final, recibirán el castigo que sus acciones perversas
merecen.
Otra vez lo digo, no piensen que soy un necio por hablar así; pero aun si lo
piensan, escúchenme, tal como lo harían con una persona necia, mientras
que yo también me jacto un poco. Dicha jactancia no proviene del Señor,
pero actúo como un necio. Ya que otros se jactan de sus logros humanos,
yo también lo haré. Después de todo, ustedes se creen muy sabios, ¡pero
con gusto soportan a los necios! Aguantan cuando alguien los esclaviza,
les quita todo lo que tienen, se aprovecha de ustedes, toma control de
todo y les da una bofetada. ¡Me da vergüenza decir que nosotros fuimos
demasiado «débiles» para hacer lo mismo!
Pero sea lo que sea de lo que ellos se atrevan a jactarse —otra vez hablo
como un necio— yo también me atrevo a jactarme de lo mismo. ¿Son
ellos hebreos? Yo también lo soy. ¿Son israelitas? También lo soy yo. ¿Son
descendientes de Abraham? También yo. ¿Son siervos de Cristo? Sé que
sueno como un loco, ¡pero yo lo he servido mucho más! He trabajado con
más esfuerzo, me han encarcelado más seguido, fui azotado innumerables
veces y enfrenté la muerte en repetidas ocasiones. En cinco ocasiones
distintas, los líderes judíos me dieron treinta y nueve latigazos. Tres veces
me azotaron con varas. Una vez fui apedreado. Tres veces sufrí naufra
gios. Una vez pasé toda una noche y el día siguiente a la deriva en el mar.
He estado en muchos viajes muy largos. Enfrenté peligros de ríos y de
ladrones. Enfrenté peligros de parte de mi propio pueblo, los judíos, y
también de los gentiles. Enfrenté peligros en ciudades, en desiertos y en
mares. Y enfrenté peligros de hombres que afirman ser creyentes, pero
no lo son. He trabajado con esfuerzo y por largas horas y soporté muchas
noches sin dormir. He tenido hambre y sed, y a menudo me he quedado
sin nada que comer. He temblado de frío, sin tener ropa suficiente para
mantenerme abrigado.
Además de todo eso, a diario llevo la carga de mi preocupación por todas
las iglesias. ¿Quién está débil sin que yo no sienta esa misma debilidad?
¿Quién se ha dejado llevar por mal camino sin que yo arda de enojo?
Si debo jactarme, preferiría jactarme de las cosas que muestran lo débil
que soy. D
ios, el Padre de nuestro Señor Jesús, quien es digno de eterna
alabanza, sabe que no miento. Cuando estuve en Damasco, el gobernador
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