Inmersion Mesias - Flipbook - Página 176
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INMERSIÓN
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MESÍAS
1:12–2:5
gracias porque D
ios contestó bondadosamente tantas oraciones por
nuestra seguridad.
Podemos decir con confianza y con una conciencia limpia que, en todos
nuestros asuntos, hemos vivido en santidad y con una sinceridad dadas
por D
ios. Hemos dependido de la gracia de Dios y no de nuestra propia
sabiduría humana. Esa es la forma en que nos hemos comportado ante el
mundo y en especial con ustedes. Nuestras cartas fueron transparentes, y
no hay nada escrito entre líneas ni nada que no puedan entender. Espero
que algún día nos entiendan plenamente, aunque por ahora no nos entien
dan. Entonces, en el día que el Señor Jesús regrese, estarán orgullosos de
nosotros de la misma manera que nosotros estamos orgullosos de ustedes.
Como estaba tan seguro de su comprensión y confianza, quise darles
una doble bendición al visitarlos dos veces: primero de camino a Mace
donia, y otra vez al regresar de Macedonia. Luego podrían ayudarme a
seguir mi viaje a Judea.
Tal vez se pregunten por qué cambié de planes. ¿Acaso piensan que hago
mis planes a la ligera? ¿Piensan que soy como la gente del mundo que dice
«sí» cuando en realidad quiere decir «no»? Tan cierto como que Dios
es fiel, nuestra palabra a ustedes no oscila entre el «sí» y el «no». Pues
Jesucristo, el H
ijo de D
ios, no titubea entre el «sí» y el «no». Él es aquel
de quien Silas, Timoteo y yo les predicamos, y siendo el «sí» definitivo
de Dios, él siempre hace lo que dice. Pues todas las promesas de Dios se
cumplieron en Cristo con un resonante «¡sí!», y por medio de Cristo,
nuestro «amén» (que significa «sí») se eleva a Dios para su gloria.
Es D
ios quien nos capacita, junto con ustedes, para estar firmes por
Cristo. Él nos comisionó y nos identificó como suyos al poner al Espíritu
Santo en nuestro corazón como un anticipo que garantiza todo lo que él
nos prometió.
Ahora pongo a D
ios por testigo de que les digo la verdad. La razón por
la cual no regresé a Corinto fue para ahorrarles una severa reprimenda;
pero eso no significa que queramos dominarlos al decirles cómo poner en
práctica su fe. Queremos trabajar junto con ustedes para que estén llenos
de alegría, porque es por medio de su propia fe que se mantienen firmes.
Así que decidí que no les causaría tristeza con otra visita dolorosa. Pues,
si yo les causo tristeza, ¿quién me alegrará a mí? Por cierto, no será al
guien a quien yo haya entristecido. Por eso les escribí como lo hice, para
que, cuando llegue, no me causen tristeza los mismos que deberían darme
la más grande alegría. Seguramente, todos ustedes saben que mi alegría
proviene de que estén alegres. Escribí aquella carta con gran angustia, un
corazón afligido y muchas lágrimas. No quise causarles tristeza, más bien
quería que supieran cuánto amor tengo por ustedes.
No exagero cuando digo que el hombre que causó todos los problemas
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