Inmersion Mesias - Flipbook - Página 151
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debilidad: con timidez y temblor. Y mi mensaje y mi predicación fueron
muy sencillos. En lugar de usar discursos ingeniosos y persuasivos, confié
solamente en el poder del Espíritu Santo. Lo hice así para que ustedes no
confiaran en la sabiduría humana sino en el poder de Dios.
Sin embargo, cuando estoy con creyentes maduros, sí hablo con palabras
de sabiduría, pero no la clase de sabiduría que pertenece a este mundo
o a los gobernantes de este mundo, quienes pronto son olvidados. No,
la sabiduría de la que hablamos es el misterio de Dios, su plan que antes
estaba escondido, aunque él lo hizo para nuestra gloria final aún antes que
comenzara el mundo; pero los gobernantes de este mundo no lo entendie
ron; si lo hubieran hecho, no habrían crucificado a nuestro glorioso S eñor.
A eso se refieren las Escrituras cuando dicen:
«Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado,
ninguna mente ha imaginado
lo que Dios tiene preparado
para quienes lo aman».
Pero fue a nosotros a quienes D
ios reveló esas cosas por medio de su
Espíritu. Pues su E
spíritu investiga todo a fondo y nos muestra los secre
tos profundos de D
ios. Nadie puede conocer los pensamientos de una
persona excepto el propio espíritu de esa persona y nadie puede conocer
los pensamientos de Dios excepto el propio Espíritu de Dios. Y nosotros
hemos recibido el Espíritu de Dios (no el espíritu del mundo), de manera
que podemos conocer las cosas maravillosas que Dios nos ha regalado.
Les decimos estas cosas sin emplear palabras que provienen de la sa
biduría humana. En cambio, hablamos con palabras que el E
spíritu nos
da, usando las palabras del E
spíritu para explicar las verdades espirituales;
pero los que no son espirituales no pueden recibir esas verdades de parte
del Espíritu de Dios. Todo les suena ridículo y no pueden entenderlo, por
que solo los que son espirituales pueden entender lo que el E
spíritu quiere
decir. Los que son espirituales pueden evaluar todas las cosas, pero ellos
mismos no pueden ser evaluados por otros. Pues,
«¿Quién puede conocer los pensamientos del Señor?
¿Quién sabe lo suficiente para enseñarle a él?».
Pero nosotros entendemos estas cosas porque tenemos la mente de C
risto.
Amados hermanos, cuando estuve con ustedes, no pude hablarles como lo
haría con personas espirituales. Tuve que hablarles como si pertenecieran
a este mundo o como si fueran niños en Cristo. Tuve que alimentarlos
con leche, no con alimento sólido, porque no estaban preparados para
algo más sustancioso. Y aún no están preparados, porque todavía están
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