Inmersion Mesias - Flipbook - Página 127
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L U C A S – H echos
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Pablo contestó:
—Sea en poco tiempo o en mucho, le pido a Dios en oración que tanto
usted como todos los presentes en este lugar lleguen a ser como yo, ex
cepto por estas cadenas.
Entonces el rey, el gobernador, Berenice y todos los demás se pusieron
de pie y se retiraron. Mientras salían, hablaron del tema y acordaron: «Este
hombre no ha hecho nada que merezca la muerte o la cárcel».
Y Agripa le dijo a Festo: «Podría ser puesto en libertad si no hubiera
apelado al César».
Cuando llegó el tiempo, zarpamos hacia Italia. A Pablo y a varios prisione
ros más los pusieron bajo la custodia de un oficial romano llamado Julio,
un capitán del regimiento imperial. También nos acompañó Aristarco, un
macedonio de Tesalónica. Salimos en un barco matriculado en el puerto
de Adramitio, situado en la costa noroccidental de la provincia de Asia. El
barco tenía previsto hacer varias paradas en distintos puertos a lo largo de
la costa de la provincia.
Al día siguiente, cuando atracamos en Sidón, Julio fue muy amable con
Pablo y le permitió desembarcar para visitar a sus amigos, a fin de que
ellos pudieran proveer a sus necesidades. Desde allí nos hicimos a la mar
y nos topamos con fuertes vientos de frente que hacían difícil mantener el
barco en curso, así que navegamos hacia el norte de Chipre, entre la isla y
el continente. Navegando en mar abierto, pasamos por la costa de Cilicia y
Panfilia, y desembarcamos en Mira, en la provincia de Licia. Allí, el oficial
al mando encontró un barco egipcio, de Alejandría, con destino a Italia, y
nos hizo subir a bordo.
Tuvimos que navegar despacio por varios días y, después de serias difi
cultades, por fin nos acercamos a Gnido; pero teníamos viento en contra,
así que cruzamos a la isla de Creta, navegando al resguardo de la costa de
la isla con menos viento, frente al cabo de Salmón. Seguimos por la costa
con mucha dificultad y finalmente llegamos a Buenos Puertos, cerca de
la ciudad de Lasea. Habíamos perdido bastante tiempo. El clima se ponía
cada vez más peligroso para viajar por mar, porque el otoño estaba muy
avanzado, y Pablo comentó eso con los oficiales del barco.
Les dijo: «Señores, creo que tendremos problemas más adelante si se
guimos avanzando: naufragio, pérdida de la carga y también riesgo para
nuestras vidas»; pero el oficial a cargo de los prisioneros les hizo más caso
al capitán y al dueño del barco que a Pablo. Ya que Buenos Puertos era un
puerto desprotegido —un mal lugar para pasar el invierno—, la mayoría
de la tripulación quería seguir hasta Fenice, que se encuentra más adelante
en la costa de Creta, y pasar el invierno allí. Fenice era un buen puerto, con
orientación solo al suroccidente y al noroccidente.
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